Tras las dramáticas explosiones que asolaron Beirut el pasado 4 de agosto, el país está envuelto en una crisis de incalculables dimensiones.
Por un lado, el grupo chií Hezbollah está cada vez más sometido a las directrices dictadas por el gobierno de Irán e intenta por todos medios que el gobierno secunde este acercamiento a ese país, mientras la población se ve envuelta en una espiral de pobreza y violencia como nunca se había vivido en la historia de Líbano.
El grado de desesperación es tal que muchos ciudadanos se ven arrastrados al suicidio viéndose incapaces de hacer frente a la hambruna, pues los bancos libaneses no les dan créditos al no tener con que avalarlos.
Mientras tanto, cinco miembros de la Organización chií, en el extranjero, están siendo juzgados en el proceso abierto a instancias internacionales sobre el asesinato del que fuera primer ministro Rafik Hariri, hecho ocurrido el 5 de marzo de 2005. El líder del grupo, el jeque Hassan Nasrallah, denunció, en un discurso televisado, que injerencias extranjeras querían llevar al país a una guerra civil, acusándolos veladamente de la explosión del 4 de agosto, que produjo la destrucción de bastantes edificios, se cobró la vida de al menos 170 personas (aún hay algunos desaparecidos) y en las que unas 6.000 más resultaron heridas.
Sin embargo, en relación a este triste episodio, se produjo un hecho insólito, su país fronterizo, Israel, cuyas relaciones diplomáticas están rotas desde la guerra del 2006, ha mostrado su solidaridad y ofrecido su ayuda, desde ONGs como Israel Flying Aid (IFA) hasta el propio Gobierno, Fuerzas Armadas y la Municipalidad de Tel Aviv. Todas ellas mostraron su deseo incondicional de ayudar a Líbano. El propio presidente Reuven Rivlin expresó su pesar con estas palabras: “Compartimos el dolor del pueblo libanés y nos acercamos sinceramente para ofrecer nuestra ayuda, en este triste momento”.
Sin embargo, otros países han manifestado categóricamente su rechazo a enviar sus ayudas por la presencia del grupo Hezbollah en cuyas manos podrían caer parte de las mismas, algo que no están dispuestos a consentir.
Las manifestaciones en contra del gobierno no se han hecho esperar y estas cada vez son más violentas y numerosas, pues a la desgracia se une la incertidumbre de cómo salir de la pandemia del codvid 19
Por José V. Moure