Vivimos momentos urgentes en los que las decisiones adquieren prisas inhabituales, normas sensibles y entendimientos desacostumbrados. Antes de la pandemia el mundo parecía desenvolverse aborbollado, como sometido a erupciones que elevaban sobre la superficie de la cotidianeidad circunstancias imprevisibles, novedades ininterrumpidas que afectaron a culturas y economías. Puede que las redes, fenómenos como la gentrificación o la masificación turística en determinados lugares, estuviesen ya dislocando lo que entendíamos por normalidad o cultura intrínseca, pero el coronavirus ha venido a provocar una disfunción perfecta que abarca a todos los órdenes de la vida.
Es cierto que hay quien ha visto en la crisis su oportunidad y, al menos económicamente, ha salido momentáneamente favorecido, demostrando así que incluso se puede ganar dinero destruyendo el planeta, lo que a algunos parece no importarles. Otros intentan la rentabilidad especulando en los mercados con posibles medicamentos o vacunas. La amoralidad ha encontrado su terreno mejor abonado justo en el momento en el que habría que demostrar una especial solidaridad hacia el otro y, como siempre, muy especial hacia los más desfavorecidos o débiles.
El ser humano aprende más de la adversidad que de los triunfos. Uno de sus regalos es conocer a los verdaderos amigos, a personas solidarias, a buenas gentes, a profesionales que no dudan en entregar su vida para salvar las de los demás, a investigadores éticos, a cocineros espléndidos entregados a causas nobles. De estos es de los que deberá surgir el nuevo orden, el que preserve lo que merece ser rescatado, el que imponga nuevos requisitos justos en la política, en la sociedad o en la economía. Todo eso se hace con trabajo y esfuerzo, con triple Garrote, como bien repite mi amigo Martín Berasategui.
La lección de vida de estos días la extraje al poner en marcha la organización de Estrellas Solidarias en el Camino, un acto benéfico celebrado en Negreira, La Coruña, con la participación de los mejores chefs del mundo, más de 40 estrellas Michelin: Elena Arzak e Igozr Zaklakaín, Jordi Cruz, Eneko Atxa, los hermanos Torres, Javier y Sergio, Jesús Sánchez, Nacho Manzano, Miguel, Javier Olleros, Lucía Freitas y Manuel Costiña, en representación del Grupo Nove, Valerio Carrera, el mejor sumiller de España, y, por supuesto, los hermanos Rial con su equipo de Casa Barqueiro, Rogelio, Fran, Miguel, Mari Carril, Rafael Lema, Javier Suárez, Vázquez, Toño Carballeira, José Manuel Mallón, Gladis Almanza, Marcos, Lis, Juan Romarís y la colaboración de José Rodríguez Peón “Caquelo”, Alejandro Regueiro de Coralia o Cristóbal.
Se puede brillar en el firmamento universal y dar una lección esencial de sencillez humana. Actuando con la prudencia, generosidad y altruismo es posible colaborar con Caritas, promocionar el Xacobeo, Galicia y sus productos de calidad, promover Santiago y su Camino, como uno de los destinos más atractivos del mundo, organizar un acto de la Ecomienda del Cocido de Lalín y hacer felices a los comensales que permite el “sentidiño”. Quizás como el año pasado, en el que este evento ocupó las primeras páginas de todos los periódicos y las principales noticias de emisoras de radio y televisión, así como las redes sociales, quizás se haya demostrado que todavía es posible que el turismo recupere toda la magia esencial como industria de la felicidad, esa que por ende da trabajo de forma directa o indirecta a millones de españoles y que representa en torno al 12,5% del PIB.
En Galicia ha nacido un nuevo estilo de hacer las cosas. Quizás por ello sea sensato que lo global se detenga sobre un puente en cualquier rincón de esta tierra de mil ríos, millones de vacas y gentes humildes que saben que todavía se puede observar la vida de frente y vivir de productos como los que promociona Galicia Calidade o Pepe Crespo. Los chefs Michelin lo han reiterado ante el mismo Presidente Alberto Núñez Feijjo y buena parte de su gobierno..
Triple Garrote para afrontar esta nueva etapa. Que Santiago nos proteja a todos y que nos ampare en el buen camino.
Alberto Barciela
Periodista