Querido Mariano José, admirado maestro:
Mi carta no es romántica. Es fruto de la pasión por escribir en un mundo de arrebatadas formas, decires urgentes, irreflexivos o interesados -los creados, como diría Jacinto Benavente-. Tus escenarios locales se han ensanchado hasta ocupar el mundo y aun así resultan insostenibles e inconformes, buscan un más allá de la comprensión racional de los tiempos. Bien es cierto que la naturaleza acaba por ponernos en nuestro lugar, nos desborda con sus acaloramientos repentinos, con la confirmación de las más radicales exageraciones. La peste ahora se apellida COVID, el tipismo es global y comunicar lo hace cualquiera que disponga de un artilugio tecnológico llamado móvil.
Negro sobre blanco, nos legaste una expresión premonitoria: “Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta”. Es suficiente trastrocar el nombre de la capital de España, por demás acogedora, cosmopolita y profunda, para situarnos en una descripción casi universal de un mundo machadiano, globalmente “zaragatero y triste”. Ahora, el bullicio es ruido de un desistimiento de valores tradicionales, de aquellos que nos han permitido sobrevivir con una cierta dignidad en sociedades abarcables, atemperadas de horas, lentas en sus discursos rumorosos. En lo global, todo se desparrama a la velocidad de las lavas destructoras, de una colada incandescente de prisas, vértigos informativos, inveracidades y derrumbes éticos y morales, entre palmas y fandangos, y crisis incontrolables.
Pero aquí estamos, pluma en ristre, cual damas y caballeros andantes, algunos de estilo indeciso, intentando describir un trascender apresurado. Lo hacemos motivados por un oficio que tú conociste vocacional y que ahora trata de redefinirse enredado en algoritmos que describen lo que las audiencias demandan, estiman gregariamente, cuales masas voraces de actualidades ferazes, indómitas, centelleantes, vertiginosas.
En estos tiempos, menos importa contar lo veraz, con un cierto estilo, que trascender y salvar el corazón del artista. La profesión, querido Mariano, es ejercida por los mismos, seres audaces y desasistidos, y por otros. La empresa, como si de una teatral o artística cualquiera se tratase, se pierde en sus propios empeños, en compañía de muchos secundarios audaces e intrépidos escribientes de ocasión.
La claridad y el vigor de tu prosa sería hoy más necesarios que nunca, como lo serían antes los de Quevedo, Feijoo, y después los de José Cadalso, Jovellanos o Julio Camba. Mas aquellos males que aquejaban a vuestros tiempos se han multiplicado exponencialmente en todo el orbe.
El ámbito de las aspiraciones cultas parece haberse suicidado contigo. España y el mundo ya no son lo que eran. Permanecen, eso sí, las inquietudes y las disconformidades juveniles. En esto parecemos estáticos. De existir, “El Parnasillo”, la tertulia del Café del Príncipe, seguiría vigente, más dispersa y menos sesuda, me temo.
Escribir sigue siendo llorar, en Madrid y en la Conchinchina, el Sur del actual Vietnam. Bien te entenderían los manzanillos y los que ya no lo son tanto, que si cobran es casi caridad, miserias del nuevo estar. Bien te comprenderían los empresarios y editores, cuyos recursos publicitarios acaban en manos de las grandes tecnológicas. Bien te seguimos entendiendo todos, por tu estilo próximo, por saber cómo llamar al pan, pan, y al vino, vino, sin tapujos, ni efectismos y con un cierto casticismo de proximidad. La ignorancia, el atraso, la falta de educación y de cultura siguen pululando a sus anchas, con sus estrechas miras, y uno ha de retorcerse la lengua por mor de no ser tachado de antidemócrata o sabe el demonio de qué otras sinrazones, enredado en las enredantes redes, sin papel en los quioscos y ante pantallas múltiples.
Como observador de las costumbres y de la realidad cultural, social y política, desde el ayer pareces escribirnos, describirnos con la prontitud de un aviso urgente y necesario: “Deles vds. en fin el uso de la palabra y mentirán: la hembra al macho por amor, el grande al chico por ambición, el igual al igual por rivalidad, el pobre al rico por miedo y por envidia...”. Ahora, completo yo tu aserto, mentimos todos los ciudadanos a todos los demás, lo hacemos por ego y/o notoriedad, o por dinero. Lo hacemos desde la presunción o el anonimato, permitido este por la mensajería instantánea, llamada Whatsapp o Facebook o Instagram o.... Lo hacemos masivamente y a todas horas. Solo los periodistas afirmamos y firmamos, criticamos y signamos, asistimos al suceso, recurrimos a fuentes y contrastamos, seguimos una línea editorial, nos sometemos al Derecho y rectificamos, y sacrificamos gustos y aficiones propios. No tanto podría decir de los egos, que afectan, como a nosotros, a otras profesiones intrusas en lo que habrían de ser nuestras exclusivas responsabilidades. Algo de culpa tendremos, pero aquí estamos defendiendo la libertad de información y expresión. Es posible que lo hagamos significando deseos y desatendiendo algunos deberes, pero ejercemos el oficio más bello del mundo, por eso seguimos a verlas venir y tratando de que no pases sin contarlas. Son tantas y tan diversas las cosas que me temo que la censura ya es el propio exceso de lo noticiable.
En el mundo de lo instantáneo y descafeinado, como café sin gotas, pero con intenso y creciente olor a Oriente, te seguimos reconociendo como Fígaro, ese que suele hallarse “en todas partes; tirando siempre de la manta, y sacando a la luz del día, defectillos leves de ignorantes y maliciosos; y por haber dado en la gracia de ser ingenuo y decir a todo trance mi sentir, me llaman por todas partes mordaz y satírico; todo porque no quiero imitar al vulgo de las gentes, que o no dicen lo que piensan y otros que piensan demasiado lo que dicen».
“No sé quién ha dicho que el gran talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar.” Pues eso, en el V Congreso de Editores de Medios Europa-América Latina Caribe 2021, como periodistas y demócratas hablaremos de lo que convenga, pues como diría un castellano viejo como tú, aun en lo bueno y breve hay que estar a la que se celebra, para contarlo.
Alberto Barciela
Periodista
Director del V Congreso de Editores de Medios Europa-América Latina Caribe 2021