Dos jugadores empatados, uno separado por 1 golpe, dos más por 3 y cuatro más por 4. Nueve opciones en total de un conjunto de jugadores con amplias posibilidades de ganar la medalla de oro encabezado por el español Jon Rahm y el norteamericano Xander Scheffele.
La ronda final del torneo de golf masculino se empapa de espectáculo e incertidumbre en el desenlace más incierto de la historia del golf olímpico, un conjunto de emociones que enfrenta, en el último partido, a quien aspira a ganar la medalla de oro que ya tiene el segundo y a quien, en el caso de Jon Rahm, opta a seguir escribiendo de su puño y letra la historia del golf español, europeo y mundial.
La denominada jornada de movimiento se cumplió a rajatabla en París, donde el proceso de selección natural que caracteriza el desarrollo de un torneo de golf se puso de manifiesto con toda su crudeza.
Hubo satisfacción a manos llenas para los que consiguieron mantener o remontar, caso sobre todo de Rahm, Schauffele, Fleetwood o Matsuyama, metidos de lleno en la gran batalla. Su alegría, en la vorágine de montaña rusa que se convirtió la ronda desde el primer momento, con continuos cambios de liderato a cada hoyo, contrastó con la decepción y ansiedad de quienes se descolgaron de manera inexorable, resignados a protagonizar una proeza futura para colgarse una medalla al cuello.
“Va a ser muy difícil”, declaraba Jon Rahm con la sinceridad que le caracteriza tras una batalla cruenta por alcanzar un merecido liderato. El jugador español, protagonista de un buen debut y una mejoría en la segunda ronda, consolidó su juego al alza exhibiendo máxima confianza.
A excepción de un bogey en hoyo 8 -maldito, es el único punto del recorrido donde no ha obtenido ni siquiera el par por el momento- y otro error en el 15, todas las acciones de Jon Rahm estuvieron caracterizadas por la máxima eficacia, salvando las pocas situaciones comprometidas que generaba su juego y aprovechando de manera maravillosa la innata calidad que le lleva a ser considerado como uno de los grandes del golf en el mundo.
“Hay que hacer birdies, no vale con uno o dos bajo en la última ronda”, vaticinaba Jon Rahm tras haber completado una vuelta solidísima donde el espectáculo emanó de manera natural del talento que lleva dentro.
Ocurrió en la primera parte de la vuelta, cuando comenzó a cincelar su vuelta de 5 par al arrebatarle golpes al campo en los hoyos 3, 4, 7 y 9, preludio de lo más brillante e increíble de su juego, un putt largo para birdie en el 13 antes de repetir registro en lo que iba a ser eagle en el 14 y, traca final, un putt de más de 10 metros en el 17 que emplaza a Jon Rahm y Xander Schauffele a mirarse a los ojos desde el primer momento en una ronda final que promete las sensaciones más fuertes.
No en vano, al festival de birdies que se precisa para ganar la medalla de oro se suman otros muchos candidatos, todos muy apreciables, ninguno desdeñable. ¿Quién puede frenar a alguien que, como el danés Nicolai Hojgaard, se descuelga con una vuelta de 9 bajo par en la tercera jornada?
Especulaciones al margen, el rostro de Jon Rahm exhibe una indisimulada sonrisa cuando se le plantea que es candidato a la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. “Hay muchos rivales”, contesta, pero no puede evitar que se le ilumine la mirada, el efecto exclusivo de quien tiene capacidad para escribir parte de la historia del golf, en este caso aspirando a la medalla de oro en la ronda final más incierta de la historia de los Juegos Olímpicos.