"Estoy viva de milagro". Con estas palabras comienza el relato de una paciente oncológica que desea dar visibilidad a la grave experiencia que vivió con un reservorio venoso, un dispositivo utilizado para la administración de quimioterapia. Su testimonio, que comparte con el Diario Luso-Galaico, busca concienciar sobre los riesgos de una mala gestión de estos dispositivos y evitar que otros pacientes sufran las mismas consecuencias.
"Un reservorio está indicado solo para administrar quimioterapia cuando tienes cáncer", explica la paciente. "Su mantenimiento y control debería llevarse siempre en el hospital, nunca en un centro de salud". En su caso, el reservorio solo se utilizó durante dos meses de tratamiento de quimioterapia, tras los cuales remitió su cáncer. Sin embargo, el dispositivo permaneció implantado durante tres años, una decisión que, según su testimonio, resultó ser perjudicial.
"No se puede dejar puesto más tiempo, pensando si es que el cáncer va a volver, porque esa es una mala decisión para el paciente que ya no tiene cáncer", afirma con contundencia. Durante este periodo, se le administraron inyecciones diarias de heparina durante casi dos años para prevenir la formación de trombos. "Yo he sufrido mucho, tanto que sentí que me iba a morir", confiesa.
Lo más alarmante de su relato es la dificultad para obtener un diagnóstico correcto. A pesar de acudir a urgencias del hospital en numerosas ocasiones con síntomas como presión en el pecho, inflamación facial, ojos hinchados, voz ronca, una bacteria en el reservorio y la sangre no circulaba bien al realizar cualquier movimiento, los médicos no lograban identificar la causa. "Se equivocaban y confundían un trombo por una alergia en la cara, una oclusión por algo hormonal y me mandaban coger una cita para ginecología", recuerda con frustración. Incluso una oncóloga joven de urgencias le llegó a decir que no conocía un caso como el suyo.
Finalmente, fue su médico de cabecera quien detectó el problema y alertó rápidamente a los oncólogos del hospital, quienes realizaron las pruebas pertinentes y confirmaron que sus síntomas eran consecuencia del reservorio. "Estoy viva gracias a mi médico de cabecera", asegura agradecida. Tras el diagnóstico, fue ingresada para la extracción del reservorio y el tratamiento de las complicaciones que había provocado.
Con el objetivo de que su experiencia sirva de aprendizaje, la paciente concluye su testimonio con un llamado a la acción: "Quiero que esto no vuelva a pasar más a ningún paciente oncológico, que se tenga en cuenta y que todos podamos aprender de este testimonio, médicos, enfermeros y pacientes".