El chocolate nace en México, en donde se bebía desde la época prehispánica. Los olmecas fueron los primeros en cultivarlo, después se extendió a la civilización maya y a la azteca. Posteriormente, con la conquista viajó a Europa y de ahí al resto del mundo. Fue Hernán Cortés quien lo llevó por primera vez al viejo continente, en el año 1528.
En la antigüedad era usado como símbolo de riqueza. Se dice que Moctezuma llegó a acumular una fortuna de 100 millones de almendras (semillas) de cacao.
Este grano proviene de una fruta de origen tropical que nace del Cacaotero, un árbol pequeño que crece en ambientes tropicales.
Existen básicamente tres tipos de cacao: el criollo, que representa el diez por ciento de la producción mundial y se reserva para los chocolates más finos y exquisitos. El forastero, que es la planta más utilizada en la producción de barras de chocolate, y por último el trinitario, que es un híbrido entre el forastero y el criollo.
El chocolate no solo ha sido considerado un alimento, sino también un remedio. Las propiedades medicinales de éste fueron apreciadas o reconocidas en Europa, en los siglos XVI al XIX, llegando a tomarse como remedio digestivo, estimulante y vigorizante. La manteca del cacao se usaba como pomada para curar las heridas.
En general, al tener el cacao propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, estimulantes, emolientes y humectantes: reduce la presión arterial, protege contra los infartos y arterosclerosis, fortalece los huesos y dientes, reduce el stress y acelera la producción celular.
Los países con mayor consumo de chocolate son: Suiza, Austria, Alemania, Irlanda, Reino Unido, Noruega y Suecia.
Por todo esto y mucho más: “Las cosas claras y el chocolate espeso.”