sábado. 23.11.2024

Tomadura de pelo en prime time

Hoy ha triunfado el amor, no podía ser de otra manera. Porque, ¿existe alguien que, al igual que Pedro Almodóvar, no haya llorado “como un niño” después de leer la carta a la ciudadanía o escuchar la intervención del presidente de ayer? 

Hoy ha triunfado el amor, no podía ser de otra manera. Porque, ¿existe alguien que, al igual que Pedro Almodóvar, no haya llorado “como un niño” después de leer la carta a la ciudadanía o escuchar la intervención del presidente de ayer? A veces pienso que somos unos verdaderos desagradecidos sin sentimientos. Pedro Sánchez nos ha abierto su corazón y lo que hemos visto es bonito. Que ama a su mujer es algo que nadie en su sano juicio debería cuestionar. Estamos ante un amor sincero y puro, un amor verdadero, un amor como el que se profesaban Westley y Buttercup en La princesa prometida. Un amor que de suyo ya justifica segundas oportunidades.

En una sociedad adicta a la representación, con millones de personas volcadas en las redes sociales, donde a menudo se confunde lo real y la ficción, quien ha hecho de la audacia temeraria y de la imprevisibilidad seña de identidad, entendió que debía convertirse en productor, guionista, director e intérprete de su propio biopic.

Demócrito, pensador griego, proclamaba: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. A pesar de que bondad y maldad son términos huidizos, emparejados a filias y fobias, no me resisto a afirmar que hoy gobierna España un verdadero fantoche. Un irresponsable, experto en pontificar que no es más que propaganda, imagen y escaparate.

Escuchándole ayer apelar a la movilización social y a la “reflexión colectiva que abra paso a la limpieza, a la regeneración” y “al juego limpio” porque según él; “Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango colonice impunemente la vida política”, me ha parecido adivinar su intención de que los españoles restrinjamos nuestra vida al mes de diciembre, concretamente al día de los Santos Inocentes.

Finalmente, cualquiera que sea el resultado de la denuncia, tanto si se archiva, como si no, hemos vivido un ejercicio de cinismo, pero también, una advertencia, un desafío y, hasta una declaración de guerra: El que hable de Begoña para cualquier cosa que no sea defender su pureza virginal será considerado fascista y deberá atenerse a las consecuencias. El presidente enamorado ha reaccionado a un caso de posible corrupción con una cruzada política que divide más el espacio público entre fieles e infieles, siendo la adhesión inquebrantable a su persona la línea divisoria entre unos y otros.

Por cierto, los mismos que ahora tachan a la entidad denunciante de sindicato de ultraderecha, jaleaban con ilusión sus denuncias a la Infanta Cristina y a su marido Iñaki Urdangarín. Asimismo, reivindicando la “decencia democrática”, algunos de estos (pocos, muy pocos, sobre todo sindicalistas y culturetas, o lo que es lo mismo, paniaguados) se han lanzado a la calle al grito de “Santo súbito”, que es la fórmula que la Iglesia emplea para canonizar a alguien ahorrándose el proceso de determinación de sus virtudes, para solicitar la canonización laica del líder.

Viendo su disposición al sacrificio, no podemos por menos que dar un taconazo, hacer una inclinación de cabeza agradecida y respetuosa, y gritar al unísono: Pedro, presidente, ¡por España, todo por España!

Aldous Huxley dijo unos pocos años después de la publicación de Un Mundo Feliz, que se había quedado corto con sus invenciones distópicas. Hoy, camino de un siglo de la aparición de la novela, es posible que este sonría lleno de razón, viendo lo que sucede en nuestro país.

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