La marca comercial Corral de Monegros (propiedad de la empresa Flumenali S.L.U.), fue demandada en 2019 por otra compañía del sector agroalimentario que alegaba una supuesta competencia desleal. Su fundador, Carlos Conte, no salía de su asombro cuando recibió la notificación del juzgado, presuntamente por haber copiado el embalaje de una empresa con la que jamás había tenido contacto previo, la gallega Pazo de Vilane.
Aquello sólo fue el inicio de un pleito que se ha extendido durante años, aunque finalmente la Audiencia provincial de Huesca ha terminado dando la razón a Conte: “Se ha hecho justicia, pero lo que todavía es más importante, es que se ha reconocido la voluntad de una empresa que siempre ha querido hacer las cosas bien”.
Este ganadero lleva 30 años trabajando el campo en la comarca de Monegros, en una red comercial con la marca Corral de Monegros para la comercialización de sus productos, y hace 10 asumió las riendas del negocio familiar para establecer su propia empresa. Ahora echa la vista atrás y confirma su acierto. En la actualidad, da trabajo a 25 personas del medio rural, y a otras 25 de forma indirecta.
A lo largo del tiempo también ha ido aumentando su producción de huevos camperos de gallinas en libertad, pasando de 150 a 5.000 docenas diarias. Asimismo ocurre con su distribución a nivel nacional, que ya incluye comunidades autónomas como Madrid y Cataluña. Y todo ello siguiendo criterios de bienestar animal para hacer de su oferta de productos ecológicos un modelo de negocio que no para de crecer.
Esa filosofía de trabajo fue la que guió a Conte a la hora de plantear una imagen de marca que integrara sus valores de lo natural a la vez que fuera atractiva para el consumidor. “Quería resaltar lo tradicional y mis raíces”, una idea que trasladó mediante el color verde para representar lo orgánico, y el marrón claro como alusión al tono singular de la tierra de Monegros.
El logotipo no es otro que el de una gallina, el mismo que el de bastantes otras marcas del sector. Para diferenciarse, Conte apostó por los trazos sencillos de un icono “como si lo hubiera dibujado un niño”. Así, dotaba a Corral de Monegros de un aspecto más cercano, buscando mostrar al público el reflejo de su modo de ser.
El conjunto de estos rasgos distintivos, al igual que otros muchos, fueron presentados ante el tribunal para justificar la construcción de su identidad empresarial. Después, tras la comparación con la versión de Pazo de Vilane, el jurado dictaminó lo siguiente: “las cajas pueden tener una apariencia parecida, pero las grandes diferencias en los elementos característicos más importantes impiden el riesgo de que un consumidor normalmente informado y razonablemente atento y perspicaz pueda confundir los productos de una y otra empresa”.
De esta manera, el procedimiento judicial llegaba a su término, puesto que la compañía gallega no ha recurrido en el plazo que disponía para hacerlo. Por su parte, Corral de Monegros ha ganado no solo el respaldo de la ley, sino “la confianza para avanzar hacia el futuro sin renunciar a la autenticidad de nuestros productos”, sentenciaba Conte.