Imagina un jardín y de su mente pasa a la realidad. Venancio Outeda Villanueva es el propietario de Viveros O Piñeiro, un centro de jardinería y decoración, completísimo, en la carretera de Pontevedra a Vilagarcía. Son muchos años, concretamente 31, satisfaciendo las necesidades de sus clientes. Sus ilusiones son construir jardines, asesorar dando las pautas a aquellos que lo quieren hacer ellos mismos de tal forma que hasta podamos “vivir en el jardín”.
Diario Luso-Galaico visita O Piñeiro en la recta final de la campaña de Navidad. Todo luce de forma especial y la decoración navideña reina en este centro de jardinería.
La pandemia ha hecho que la gente vuelva la vista al jardín y lo valore más. Pero no han sido las remodelaciones de jardín tantas como hubiera deseado Venancio. Eso sí, confiesa que ha vendido piscinas y césped artificial a troche y moche. Ciertamente los propietarios de jardines optaron por una puesta a punto de sus parcelas, muchas veces incorporando, como mucho, plantas de temporada para darle otro aire. Pero no más allá. Outeda Villanueva deseaba encargos como cambiar estructuras, rediseños, remodelaciones…y otros trabajos más espectaculares.
En la jardinería impera la ley de lo efímero. “Puedes hacer un trabajo perfecto en el jardín, pero en 15 o 20 días, si lo abandonas, ya no se nota”.
En Alemania, cuenta Venancio, los propietarios de jardines los remodelan cada estación, cuatro veces al año. Incluso si una planta ya floreció, la desechan y plantan otra en su lugar. Aquí no es así, se lamenta. “Hay personas que compran una planta de temporada que les costó 70 u 80 céntimos y, si les muere, vienen y te lo echan en cara. Se quejan de que nos les duró la campaña…”.
Por eso, opina, que estamos muy lejos de la cultura del jardín y las plantas de otras naciones europeas.
En O Piñeiro la clientela es variopinta. Desde particulares hasta representantes de instituciones, gerentes de hoteles, constructores…”Los que entran por primera vez exclaman: ¡No me imaginaba esto aquí! Pensaban que entraban en un vivero tradicional donde hay que ir provistos de botas de goma…Aquí tenemos un poco de todo. Decoración, producto para ornamentar una recepción de un hotel o de un escaparate…, el complemento necesario para decorar un jardín…Y, si no lo tenemos, tratamos de buscárselo. Además se pueden comprar plantas de interior y de exterior, árboles ejemplares, planta para huerta, todos los complementos relacionados con las mascotas…”. Y es bien cierto, se te pasa el tiempo aquí e incluso, como en los hipermercados, puedes llevar tu carrito para ir metiendo tus compras…
El trabajo para instituciones como los ayuntamientos es otra línea de trabajo en O Piñeiro que negocia directamente el propietario de este centro jardinero. “Realizamos trabajos en Sanxenxo, Vilagarcía, Cambados…En todos los ayuntamientos de los alrededores hicimos algunas cosas este año”. Entre los trabajos de los que Venancio se siente más orgulloso está la pontevedresa plaza de Barcelos.
ROBERT GIMSON
Entre los clientes de Venancio estaba un inglés que llegó en los años 70 a Galicia buscando un lugar, fuera de Inglaterra, de clima propicio para cultivar especies traídas de Australia y de otros lugares. La elección fue Galicia y la finca de La Saleta, en Meis. Robert Gimson cultivó plantas ornamentales de las más variadas en sus cinco hectáreas de terreno.
“Gimson venía a mi establecimiento –otro anterior a este en Pontevedra- y cada vez que veía una planta nueva me la compraba. Yo fui muchas veces a su finca. Muchas de las especies que se reproducen en los viveros, hoy en día, salieron de La Saleta la mayor parte”, relata Venancio.
Fallecido el inglés, su viuda, Margaret, trató de dar continuidad a la herencia vegetal que dejó su marido con poco éxito. “Yo podría haber tenido la finca en mis manos por una precio ridículo. Pero no podía en aquel momento…Y hoy es algo de lo que me arrepiento muchísimo…”.
Serían unos 30 millones de pesetas, recuerda Venancio. “Valía más su chalé y el pazo que tenía la finca”.
Al final se repartió en cuatro parcelas. La viuda de Gimson preguntaba a los posibles compradores por la intención que tenían…porque ella quería venderla a alguien que diera continuidad a ese lugar de referencia botánica. Tenía importantes colecciones de rododendros (azaleas), camelias, distintas variedades de eucaliptos…Unos le decían –sigue relatando Venancio- que iba a arrancar la vegetación y hacer un viñedo, otros hacer una promoción inmobiliaria. La mujer ofreció la finca, sin éxito, al Centro de Lourizán con un precio mejor…, a la Xunta de Galicia, al concello de Meis, a la Comunidad de Montes. Pero todo fue inútil. Para Venancio esto refleja, en cierta manera, el interés de los gallegos por la jardinería.
Outeda Villanueva veía ya en la explotación de La Saleta un negocio sostenible. Basado en el patrón de las quintas portuguesas que añaden un alto valor turístico y que promueven visitas guiadas para ver el jardín o los inmuebles antiguos…
Finalmente, Margaret Gimson acabó volviéndose a Inglaterra.
EL JARDÍN DE VENANCIO
El propietario de O Piñeiro se hizo su propio jardín al “estilo japonés”, dice. Construyó parterres buscando un jardín que le exigiese “poco mantenimiento, que ahorrase agua y fuese práctico”. Explica que el centro es un estanque de unos 150 metros cuadrados con cascadas de agua, plantas acuáticas y peces. Venancio gusta del murmullo del agua en caída libre. También tiene elevaciones de rocalla, muchos paseos para perderse y plantas de tipo tropical. Palmeras como la butia, la palmera real o la Archontophoenix alexandrae; helechos arbóreos, acebos, varias plantas del genero acer…Entre sus rocas cultiva Ophiopogum minor y otras herbáceas. Completa su jardín con un bosque de unos 8 abedules.
Sus amigos, cuando venían a casa, “se sorprendían, explica, aunque ahora ya se han acostumbrado”.
“La construcción fue cara pero el mantenimiento es fácil. Mantengo formas dos veces al año, quito hierbas y hago un abonado en primavera”, resume así sus tareas. No hay césped, que hay que segarlo cada semana y consume mucha agua, explica.
LOURIZÁN
Venancio tiene ese don de “ser capaz de verlo, antes de hacerlo”. El paisajismo se le da de maravilla. “Es necesario ese don, adquirir la habilidad y tener gusto interior”, explica.
Comenzó con 17 años, cuando estudiaba en Lourizán, de la mano del investigador Franscisco Fernández de Ana Magán. Como quería ganarse un dinero y en el centro de investigación de Lourizán se hacían plantas, reproducciones por esqueje, semilleros, ... y se vendía al público, “venían a buscarnos porque no había muchos jardineros”. El joven Outeda, a propuesta de profesores y monitores que los animaban a ganar un dinero extra, iba con otros compañeros los fines de semana o al salir de la escuela a trabajar en jardines…”¡Así empezó esto!”
Después, con tres amigos de la Escuela, se asoció y creó el primer Estudio-Consulting de Jardinería, en Pontevedra.
Desde entonces esta es su pasión y su trabajo. El mundo de las plantas, de los jardines…Desde O Piñeiro sigue transmitiendo a sus clientes esta cultura, esta afición por la botánica, que está llena de satisfacciones.
No hay más que oírle hablar de un árbol ejemplar como el olivo. Sus frases son contundentes: “El olivo nunca dejó de estar de moda. Sigue teniendo una buena demanda. Es un árbol que soporta todo lo que le hagamos (desmochados, arranques directos…) y más. Un olivo o un trío de olivos, con su aspecto centenario, puede dar a una construcción nueva sensación de antigüedad. Parece como si eso llevase toda la vida ahí”. ¡Así de claro!
Del granado no es tan partidario. “Es de hoja caduca. La floración es muy corta. No fructifica. Compartimenta muy mal después de una poda…Decepciona bastante. Nosotros dejamos de ofertar el granado como árbol ejemplar. Es idóneo para climas más secos, como de tipo mediterráneo”. Descripción rápida y contundente.
En fin ahí queda su tender la mano a aficionados y profesionales a través de O Piñeiro. Jardines con llave en mano o bien asesoramiento con pautas para que uno mismo se construya su jardín. Como dice él, entonces “le damos más valor y disfrutamos más. Solo hay que tener ganas y tiempo”. ¡Casi nada!