En la sacristía de la histórica Catedral de Tui, Galicia, rodeado por la calma y la espiritualidad de uno de los destinos más venerados de la cristiandad, encontramos al obispo argentino Marcelo Julián Margni, conocido por todos como el “Padre Maxi”. Con un perfil fresco y cercano, el obispo de Avellaneda-Lanús, en la periferia sur de Buenos Aires, concede esta entrevista para hablar de su vida, sus desafíos, y su misión, en un contexto que entrelaza fe, historia y la urgencia de un diálogo renovador con el mundo moderno.
Un viaje de fe: Galicia, Santiago y el Papa Francisco
El obispo ha recorrido un significativo trecho del Camino de Santiago y, con la sencillez que lo caracteriza, no duda en señalar cómo este recorrido, lejos de ser un simple viaje físico, ha sido un profundo encuentro espiritual. “Me dejé iluminar por todo el misterio de la fe gallega y de Compostela”, dice con una mirada tranquila, como quien ha vivido una experiencia transformadora.
Al caminar por las rutas del Camino, donde la tradición cristiana y la historia se entrelazan con el paisaje, Marcelo Julián describe la “belleza muy particular” de Galicia. “No conocía esta tierra, pero su historia y su antigüedad me han sorprendido. Es un lugar donde la fe y la cultura se funden en algo único”. Este redescubrimiento no solo tiene un valor personal, sino que conecta con su visión más amplia de la fe como algo que trasciende las fronteras: “Es un redescubrimiento del Camino de Santiago, una práctica antigua de la peregrinación, que ahora, más que nunca, puede ser fuente de esperanza y sabiduría nueva”, explica.
Este vínculo con el Camino de Santiago se conecta, además, con la reciente convocatoria del Papa Francisco para el Jubileo del 2025 bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. Marcelo Julián celebra esta invitación del Papa a todos los fieles, resaltando la importancia de la peregrinación como una oportunidad para renovarse en la fe y dejarse iluminar por una sabiduría transformadora.
Raíces gallegas y la iglesia argentina: una mirada profunda
En su conversación, Marcelo Julián también reconoce las profundas raíces gallegas que, aunque distantes en el tiempo y el espacio, han dejado una huella profunda en el pueblo argentino. “Es muy provechoso poder reconocer las raíces de lo que tenemos en Argentina, especialmente en un país tan diverso como el nuestro”, asegura el obispo, quien reflexiona sobre cómo esos orígenes gallegos continúan influyendo en la cultura argentina, especialmente en su pueblo de Avellaneda-Lanús.
Pero no todo es nostalgia histórica. Para el obispo, la realidad actual exige un diálogo continuo entre la tradición y la cultura actual, sobre todo en Europa, donde la práctica religiosa está en decadencia. “Europa tiene profundas raíces cristianas, pero hoy la Iglesia necesita ser un puente entre el pasado y el presente. Necesitamos un diálogo más cercano con la cultura actual, porque la fe no puede quedarse encerrada en las sacristías”, afirma con firmeza.
Marcelo Julián vincula esta reflexión con el pontificado del Papa Francisco, quien desde su llegada a Roma ha promovido la sinodalidad en la Iglesia, un modelo de Iglesia que escucha, especialmente a los más pobres y a los más necesitados. “Francisco nos invita a escuchar, a acompañar y a construir una Iglesia más cercana a la gente. Y esto, por supuesto, implica un desafío para nosotros, pero también una oportunidad”, destaca.
La realidad de Avellaneda-Lanús: Fe y trabajo en tiempos difíciles
La diócesis de Avellaneda-Lanús, a la que Marcelo Julián fue nombrado obispo en 2021 por el Papa Francisco, es una de las más jóvenes del país, pero también una de las que más refleja los desafíos de la Argentina actual. Fundada hace apenas 60 años, esta diócesis nació con el objetivo de estar cerca de la clase obrera. Sin embargo, la crisis económica, la desocupación y la falta de trabajo han cambiado el panorama.
“Estamos viviendo una crisis profunda del trabajo. El trabajo dignifica a la persona, a la familia, pero hoy en día está escaso. Y eso hace que sea muy difícil llevar adelante proyectos culturales y sociales sin la prosperidad que ofrece el trabajo”, lamenta el obispo, quien subraya que las soluciones superficiales, como las protecciones sociales, no resuelven el problema de fondo.
Para Marcelo Julián, la solución está en un enfoque más profundo, que no se quede solo en paliativos, sino que se aborde desde un cambio cultural y social. “Hay un pueblo sencillo en mi diócesis, con ganas de trabajar. La gente quiere dignidad a través del trabajo, pero en la situación actual es un reto ofrecer esas oportunidades. La Iglesia debe estar ahí, acompañando, pero también buscando caminos nuevos”, reflexiona.
Un encuentro con el Papa: Esperanza y coraje para un futuro mejor
Ahora, Marcelo Julián se dirige a Roma para un encuentro informal con el Papa Francisco. A diferencia de muchos obispos, el “Padre Maxi” no conoció a Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires. Fue solo cuando fue nombrado obispo que tuvo su primer contacto con él. “El Papa es una inspiración para muchos de nosotros, especialmente para los jóvenes. Lo admiramos por su magisterio y por su servicio a la Iglesia Universal”, explica con una sonrisa.
Este encuentro, lejos de ser protocolario, será una oportunidad para profundizar en la misión compartida: la de una Iglesia al servicio de los más necesitados, que no pierde la esperanza ni el sentido del humor. “La invitación del Papa es a un optimismo realista, sin perder el buen humor, y con un coraje que nace de las entrañas del evangelio”, dice con entusiasmo.
En su visión, estos tiempos de avances tecnológicos, de inteligencia artificial y de incertidumbre social también pueden ser redimidos a través de la fuerza del evangelio. “Cuanto más oscura es la noche, más brillante será el amanecer”, concluye, con una mirada esperanzada que resuena como un faro de luz en tiempos desafiantes.
El desafío de hoy, la esperanza de mañana
Marcelo Julián Margni, el “Padre Maxi”, es un hombre que lleva en su corazón una fe profunda, un servicio incansable y una mirada que sabe encontrar esperanza incluso en los momentos más oscuros. Su viaje por Galicia, su encuentro con el Papa Francisco y su compromiso con la Iglesia y la sociedad de Avellaneda-Lanús son prueba de que, en tiempos difíciles, la luz de la fe sigue guiando el camino.