El Museo de Pontevedra clausura este domingo la exposición "Acisclo en 66 obras", una muestra que reúne piezas representativas de la evolución artística de uno de los escultores gallegos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. La exposición recorre su trayectoria creativa desde el expresionismo figurativo de sus inicios hasta alcanzar casi la abstracción.
La exposición, que abrió sus puertas el 13 de diciembre, está compuesta por 66 piezas datadas entre 1959 y 2010. Las obras proceden de diversos museos de toda Galicia, como el Centro Galego de Arte Contemporánea, el Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense, el Museo Provincial de Lugo, el Museo Municipal de Ourense y el Museo Municipal de Vigo Quiñones de León. También se incluyen obras de entidades como el Parlamento de Galicia, la Compañía de Radio Televisión de Galicia, la Autoridade Portuaria de Ferrol-San Cibrao y el Centro Cultural Marcos Valcárcel, fundaciones como la Fundación Xaime Quessada Blanco y la Fundación Araguaney, así como galerías de arte y colecciones particulares.
Acisclo inició su carrera en el Ourense de los años sesenta, junto a otros jóvenes artistas de la ciudad bajo la influencia de Vicente Risco. Risco les hablaba de la figura de Castelao, de la defensa de la lengua y la cultura gallegas, de la lucha por la libertad y de los movimientos de vanguardia. Incluso les propuso que intervinieran artísticamente en O Tucho, simulando el Cabaret Voltaire de Zúrich, una idea que llevaron a cabo Acisclo, Xaime Quesada y José Luis de Dios como homenaje a Risco en 1963, unos meses después de su muerte. De este modo nació el grupo Volter, formado por los tres artistas con la intención de renovar el arte gallego, defender el galleguismo y mostrar su compromiso político con una militante oposición al franquismo.
Allí se fue configurando su estilo, adscrito a la neofiguración expresionista, que muestra su interés por resaltar de manera especial los rostros y las manos, transmitiendo profundas emociones a través del gesto. Busca conmover al espectador con la deformación corporal de las figuras para expresar la soledad, la violencia o la angustia, sentimientos humanos que en ocasiones potencia horadando la masa.
Desde los años setenta, el barro, con el que tuvo contacto desde sus inicios, es el material con el que se siente más a gusto y el que le proporciona mayor libertad. Acisclo modela el barro gallego y la arcilla eivisenca, el primero con volúmenes redondeados y formas compactas, como el paisaje de Galicia; el segundo le inspira torsos femeninos que le hacen imaginar los restos del arte griego. Desde 1986 la obra monumental tiene una presencia especial en su producción.