La normalidad ha llegado con el turismo. El renacer ha sido un éxito que ha de saber administrarse con cautela y flexibilidad, manteniendo las prudencias, ciertos hábitos saludables, determinadas restricciones y algunos controles.
España representa un destino global, deseado y deseable. Lo ofrece todo a un precio competitivo, bajo el sol o a la sombra, en el interior o en la costa, en la vaciada y en la llena. Somos un país seguro y con una gran asistencia sanitaria.
Cada rincón de esta piel de toro se adentra en la Historia con mayúsculas, en la cultura, en el arte. Nada nos es ajeno, la tradición religiosa, con sus procesiones, las fiestas populares, los mejores museos. Incluso en el deporte avanzamos con los vientos o las mareas, nos deslizamos por nieves o ríos, en parajes únicos, disfrutamos de aguas termales y una fabulosa oferta de golf, puertos deportivos, montaña... Ofrecemos las mejores instalaciones hoteleras, grandes restaurantes, maravillosas tabernas y bares, gozamos de trenes de alta velocidad, modernas autovías y autopistas, aeropuertos. Proponemos destinos en parques naturales, engalanamos nuestras ciudades y pueblos con hermosos jardines y alamedas. Sabemos que el verdadero lujo reside en nuestra cultura y en la artesanía, en los espectáculos al aire libre o en instalaciones cerradas únicas. Tenemos los mejores palacios de Congresos y Exposiciones. Somos rumbo apetecible para cazadores y pescadores. Y todo en cualquier época del año.
Por ende somos latinos, entendemos la vida con esa pícara alegría que nos hace únicos, diferentes, amables, anfitriones geniales. Comprendemos al otro. Tenemos una vocación universal que nos hace cosmopolitas, generosos, divertidos y acogedores. Y eso es lo que más ansían nuestros visitantes, vivir como españoles.
Para los turistas la objetividad se impone en la percepción y en la experiencia. El turismo no es neutral, es apasionado, emocional, supone millones de experiencias distintas, personales y únicas, transmisibles desde una narrativa influyente. Hablo de un sumatorio en positivo que incide en la valorización de la marca España..
Es evidente que el sector llena las arcas de las administraciones, al tiempo que permite consolidar las inversiones de los empresarios y ofrecer empleo a los profesionales. El turismo paga impuestos con los que se mantienen las pensiones, los hospitales, la educación o la conservación de los espacios naturales. Es una industria, la mayor de este país, la que crea más riqueza y empleo, y lo hace de manera transversal, incidiendo sobre otros ámbitos empresariales.
Los visitantes ya están aquí, se han unido a los muchos españoles que han contribuido a mantener la industria durante la pandemia. Pero, repito, el éxito hay que saber administrarlo. Los servicios han de ser impecables. Hay que atender la demanda con equidad: poder conseguir billetes de avión, tren o tomar un taxi; ofrecer plazas suficientes y horarios amplios para que sea posible disfrutar de una tapa en un mercado de moda o reservar en los restaurantes; facilitar la adquisición de entradas para un espectáculo o una catedral -o al menos conocer las alternativas-, y obtener una atención adecuada en un hotel o en un comercio. Hoy existen posibilidades para evitar la gentrificación, para reconducir flujos y sortear frustraciones. Ese es uno de los objetivo fundamentales de los profesionales y ha de serlo de todos. España tiene que ser una experiencia impecable. Hay que evitar que la industria de la felicidad muera de éxito.
Como bien ha escrito Germán Porras, uno de nuestros mayores y más serios expertos, es imprescindible avanzar hacia ambiciosos objetivos: un turismo que sea “más rentable, más sostenible y de mayor calidad”. El mismo Gobierno central lo exige, lo malo es que ha negado los PERTE (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica) que, para conseguir mejorar, reclaman los empresarios y profesionales: la Mesa del Turismo, presidida por Juan Molas; la Asociación de Hostelería, con José Luis Yzuel; EXCELTUR, con Gabriel Escarrer; la AEPT, con Santiago Vallejo, y todas las asociaciones. Se evidencia que se está desoyendo a la primera industria de este país. Es ilógico que así sea y el Gobierno lo sabe. A qué espera para rectificar y, por añadidura, explicar qué ha pasado con los fondos New Generation EU o cómo se van a corregir los descontroles en los aeropuertos de la pasada Semana Santa. Algo hay que repensar, es nuestra responsabilidad y parte de un futuro mejor para todos.
Alberto Barciela
Periodista
Miembro de la Mesa del Turismo de España