Incrustado como un diamante resguardado, en el Norte de Galicia, al Noroeste de la provincia de Coruña, reluce la Ciudad Departamental. Ferrol en un enclave atlántico, Un espacio geográfico privilegiado, una coqueta ciudad de vocación marítima, que se ha constituido como uno de los principales centros industriales de Galicia. Cuenta con un histórico puerto pesquero y comercial, astilleros civiles y militares, instalaciones de la Armada, una Universidad de vanguardia, todo en un enclave de paisajes únicos, montes suaves, playas hermosas -propicias a la práctica de deportes de vanguardia-, mares y tierras feraces y generosos que propician una gastronomía de excepción.
No es extraño que sus ciudadanos sepan dar gracias a Dios con su incomparable Semana Santa, o celebrar la vida y la belleza con sus Pepitas, o haber definido un idioma propio con el que enriquecer la calurosa acogida a sus múltiples visitantes, si es preciso, entre Meninas.
Conformada como una favorecida zona para vivir e invertir, para crear y disfrutar, no es extraño que el área metropolitana, conocida como Ferrolterra, sea ya la tercera concentración urbana más poblada de Galicia, agrupando a las comarcas de Ferrol, Eume y Ortegal, con una población cercana a los 200 000 habitantes. La conurbación que forman la ciudad de Ferrol y la vecina Narón supera ya los 100 000 habitantes, entre los que han destacado numerosas personalidades históricas en la política, en el arte o en la Armada.
De todo ello ha sido testigo esencial de las últimas décadas Manuel Patinha, un prolífico creador, de origen portugués y profundo sentimiento ferrolano, que tras navegar mundos encontró su puerto de destino en el afecto de una familia ferrolana, conformada por Divina y Álvaro, hoy prolongada en sus múltiples amigos y admiradores, que le otorgaron la fuerza para expresar su fuerza creativa a través de las esculturas, las pinturas, las fotografías, los grabados o las poesías que será posible disfrutar hasta el 31 de diciembre en la exposición «Desassosegos 1970-2024», que acoge el Centro Cultural Torrente Ballester (CTB) .
La revisión de la obra de Patinha proporciona una serie de claves que nos permiten abordar con otra visión y entender el porqué de sus trabajos, a lo que sin duda también nos ayudarán las reflexiones que en el catálogo de la obra aportan Cruceiro Seixas, Antón Castro, Xurxo Lobato, José Ramón Soraluce, Helena Mendes Pereira, María Fidalgo, Antonio Gonçalvez, Joao Lima Pinhararanda, que resumen 54 años de elevada inspiración del autor galaico-portugués y que demuestran la atención que ha merecido de tan ilustres autoridades intelectuales.
Como tengo escrito, Manuel Patinha une las piezas de sus obras con entreveradas cicatrices de vida, sus dibujos, esculturas, pinturas, grabados, fotografías, libros y poesías están heridas de verdad, de llagas propias, de fractales que se prolongan desde lo más íntimo y que se irradian en una necesidad inexcusable de exteriorizar un disimulado y matizado dolor, nunca una queja.
Manuel Patinha es un polímata del pueblo, un creador que ha sabido hacer aparente sencillez de los dominios de sus conocimientos en diversas materias, y que los sabe desarrollar hacia consecuciones cada vez más delicadas y minimalistas: el ser se aproxima al alma, la obra a la elegante sencillez, la reflexión a la plasmación de una verdad interior e intuitiva. El hombre permanece, sus hallazgos perfilan una punta de lanza, un ansia de vanguardia y la asunción de riesgos genuinos.
Malea la piedra, el bronce y el acero, estiliza con el lápiz bocetos bellísimos sobre papel, logra dibujos y pinturas en los que muestra, como en sus grabados, sus capacidades. Son alcances expresivos referenciados en la naturaleza que parten de lo figurativo para evolucionar hasta abstracciones geométricas, plasmadas en refinadas propuestas y variados formatos, cada vez más ricos por sencillos. Y todo responden a un estilo personal, único, distinguible. No hay casualidad, hay búsqueda, preguntas y respuestas nítidas, una trayectoria fiel a sí misma, creciente, y notables emociones que trascienden al espectador, destinatario y contemplador partícipe, cómplice al fin de un diálogo. En el receptor termina por un instante la obra, que habrá de renacer con el siguiente visionario.
Manuel Patinha sabe quién es, de dónde viene y a dónde ha llegado. En él y en sus trabajos es evidente el huellado de la vida, el transcender consciente con sus tristezas y alegrías, la necesidad de avanzar hacia lo incierto desde el sosiego de la conciencia limpia, de cumplir su misión con el arte y con las exigencias existenciales. Tras ser escultor vuelve a pintar con cierta intensidad, lo hace con colores y con palabras, fotografía el viento y, con sutil delicadeza, en él sitúa a las personas, con sus claroscuros y sus arrugas como surcos de un campo labrado, el rostro marcado por la estela de los años, con sus discapacidades y posibilidades, debilidades y fortalezas, feminidad y masculinidad y ambigüedad. En su obra expuesta en los mejores museos, galerías y colecciones reside una parte de la eternidad.
Hasta finales de años pueden disfrutarlo en ese oasis que supone el Centro Cultural Torrente Ballester, uno de los grandes museos de Ferrol - otros son: Aula de Exposiciones del Puerto de Ferrol, Centro Cultural Carvallo Calhero, Centro Interpretativo de Cabo Prioriño, Centro Sociocultural Fundación Abanca, Exponav, Museo de Historia Natural, Museo Naval, Museo Semana Santa de Ferrol- . El CTB es una entidad dedicada a la difusión y promoción de las artes plásticas, especialmente del arte contemporáneo, con una programación multidisciplinar que se inauguró el 13 de marzo de ese año con una exposición sobre la vida y obra de Concepción Arenal titulada «¡A la virtud, a la vida, a la ciencia!»
El año cultural en Ferrol está dedicado a la figura de Gonzalo Torrente Ballester, nada mejor que celebrarlo con Manuel Patinha, ejemplos ambos de la universalidad y el brillo de una ciudad que refulge como un diamante en las culturas gallega, española y europea.
Alberto Barciela
Periodista