El arte, un ritual de revolución, una pincelada que invoca esperanza al borde de un lienzo en blanco. La inspiración, una melancolía antigua que se reinventa una y otra vez en mentes privilegiadas, capaces de reinterpretar el mundo. En el caso del pintor José María Barreiro, la representación es la manifestación máxima de libertad y la transformación de lo vulgar en obra trascendente.
José María Barreiro, es un artista multifacético: pintor, escultor, coleccionista de arte, y un ser humano bueno y generoso. Sus obras reflejan una expresión singular de sentimientos puros, combinando los colores de la lluvia y la tierra para recrear una amplia paleta de emociones. Más que un simple artista, es un sabio diletante que se aventura, también en la música, la composición e interpretación de canciones y la poesía. Sus cuadros están repletos de su cotidianidad, con presencias como ciudades, bahías, barcos, gatos, sirenas, gramófonos, soles, lunas, instrumentos musicales, tangos y objetos cotidianos que se entrelazan en plásticos bodegones, un baile de trazos y colores, horizontes enmarcados por la imaginación.
La llegada de José María Barreiro a Santiago y a la Ciudad de la Cultura, como un peregrino estrella, en una exposición homenaje a Carlos Oroza en su centenario, titulada "O silencio/ que chove luz/na xanela", comisariada por Antón Castro y Pilar Corredoira, es un acontecimiento que enriquece el legado artístico del tercer centro de Peregrinación de la cristiandad, con Jerusalén y Roma. La ciudad destino universal, acogedora, joven, universitaria, ha sido cuna de intelectuales y movimientos que lideraron la modernización de la cultura gallega y ahora lo es de la mayor, y en mi opinión, la más completa revisión de la obra del de Forcarei.
Con sesenta años de trabajo artístico, Barreiro se ha convertido en una referencia de la pintura gallega y mundial, con exposiciones en ciudades como París, Buenos Aires, Chicago, Miami, Lisboa o Caracas, y su obra presente en la colección del Vaticano y en colecciones de Egipto, EEUU, o México y otros países.
El artista arriba a la Ciudad de la Cultura como un caminante humilde, pero como un faro de creatividad, iluminando los espacios y las mentes con su enfoque único y su profundidad artística. Las obras invitan a los visitantes a sumergirse en un mundo de colores, emociones y vivencias, donde cada trazo es una ventana a la alegría. Desde este nuevo ágora, Barreiro comparte su visión única, fusionando la melancolía y la pasión en cada enmarque, aportando su huella trascendente por el paisaje cultural de la Galicia de los siglos XX y XXI.
Sumergirse en el barreirismo es emprender un viaje de descubrimiento, un viaje hacia la vanguardia histórica -Lugrís, Laxeiro, etc.-. De manera mágica todo se hace presente en el Gaias y se proyecta intemporalmente. Es el tiempo precisamente el que se detiene, regresa y prospera en un torbellino de sensaciones que despiertan los sentidos y envuelven el alma.
Cada pincelada de este pintor es la expresión de un sutil eco de alma experimentada, de la esencia del pintor residente en Cela-Bueu.
Estamos ante un testimonio de su inquebrantable que perdurará con su luz guía para las generaciones venideras, como testimonio vibrante del poder transformador del arte; ante un hito en el panorama artístico de Galicia.
Con Barreiro estuvieron las máximas autoridades de Galicia, encabezadas por los Presidentes de la Xunta y del Parlamento, Alfonso Rueda y Miguel Santalices, el Conselleiro de Cultura, Román Rodríguez; el Director General de Cultura, Anxo Lorenzo; alcaldes como el de Brión, y un buen número de artistas, los Gabarrón, Cristóbal y su esposa, además de su hijo Cris, el gestor artístico más relevante de la actualidad; Úbeda, Moldes, Quintana Martelo, Acisclo Manzano, Carlos Rodríguez...., coleccionistas, galeristas, empresarios, periodistas, escritores y amigos, así hasta contabilizar más de 300 personas. Una cita sin duda histórica para el arte gallego que empezábamos a necesitar.
Alberto Barciela
Periodista