“España acumula 60.005 embriones congelados que están abandonados, pero no se pueden destruir”. Esta noticia aparece hoy en el periódico El Mundo.
Para entender lo que significan los embriones congelados, es necesario repasar algunos conceptos científicos:
El óvulo es una célula moribunda: en cuando sale del ovario está abocado a morir en 24 horas. El espermatozoide puede vivir 4-5 días después de haber entrado en el cuerpo de la mujer. Pero cuando penetra en un óvulo y forma un cigoto, la supervivencia que le espera es de unos 90 años. Con la fecundación in vitro el proceso es diferente, pero el cigoto que se forma al unir un óvulo con un espermatozoide es el mismo.
Llamamos cigoto al estadio inicial de la persona. Todos empezamos siendo una célula con toda la carga genética necesaria para desarrollarnos como ahora somos: únicos e irrepetibles. Pero enseguida empezamos a dividirnos. Nos llaman mórula (porque nos parecemos a una mora) cuando estamos formados por 16 células. Nos llaman blastocisto cuando somos unas 200 células; entonces nos implantamos (o nos implantan) en el útero, a los pocos días de haber empezado a vivir. A las 8 semanas nos llaman feto. Es cuando tenemos la forma inconfundible del ser humano: cabeza, tronco, brazos y piernas. No hay más que ver la ecografía.
Nos llaman bebé al nacer, hasta que empezamos a caminar; entonces nos empiezan a llamar niño. Si seguimos con vida, pasaremos a ser adolescentes, adultos (jóvenes, de edad media, mayores), y al final ancianos.
Cuando un adulto nos enseña su foto de cuando era bebé, no existe el más mínimo parecido entre lo que fue y lo que ahora es, y sin embargo todos sabemos que es la misma persona. Los genes son los que heredó del óvulo de su madre y del espermatozoide de su padre. Todos empezamos nuestro viaje de la vida siendo un humilde cigoto.
No hay ninguna línea que divida en dos el desarrollo del ser humano, tanto intra- como extra-uterino. Hay infinitas líneas que nos van cambiando cada día que pasa, pero somos la misma persona, única e irrepetible, desde el día en que dos células se unieron para formar un cigoto hasta que nos morimos, quizá a los 100 años.
Es fácil deducir el problema de los seres humanos congelados. Esto debería haberse considerado antes de idear la fecundación in vitro: una forma anómala de venir al mundo. Porque la dignidad de la persona humana es la misma, sea cual sea la forma de ser concebida: en una unión sexual o en un laboratorio. Y también es la misma tenga la edad que tenga: en el momento de ser concebida o en la plenitud de su vida.
Isabel Coma es Catedrática de Cardiología.