Quiero hablaros de lo simple, que no de lo simplón. Cuando viajé a “meyujorge”- ¡qué manía la tuya de españolizar las palabras! - Todo hijo de vecino me hablaba de milagros, incluso gente seria, y yo pensaba: “por fin voy a ver un milagro” pero, ni por esas… Seguiré insistiendo para poder ver un burro volando- también me conformaría con que me toque la lotería -.
Yo buscaba milagros espectaculares: efectos en el cielo, grandes apariciones, olores roseados, desplazamientos celestiales, alguna prueba impepinable que no fueran efectos de una sugestión colectiva o del consumo de sustancias tóxicas. Ni en “Meyu”, ni en Fátima, nada de nada.
A falta de milagros visibles, palpables y espectaculares, os propongo unas risas ante nuestra indigencia, al menos disfrutemos de nuestro sanchopancismo.
Voy de cabeza al diccionario en busca de agarraderos y, ¡o milagro! Encuentro dos conceptos diferentes: uno como un hecho no explicable al cual se le atribuye un origen divino y la otra acepción como suceso extraordinario o cosa rara o maravillosa.
Por tanto, según la primera acepción la gente normal puede contemplar prodigios, aunque no sean teatrales. Quizás estos milagrillos sean mucho más importantes que los otros. ¡Qué sabe nadie! Como diría el de Linares.
Según nos vamos entalludando vamos valorando más lo simple, lo auténtico, lo esencial y aparecen prodigios desconocidos y situaciones sorpresivas que en la intimidad descubrimos con asombro. Personas que han cambiado: de solo buscar la guita y el lujo a entregarse a los demás. Este otro tipo que parecía un superficial y anodino y qué mérito muestra ante su enfermedad. Lo asombroso es ver al hombre cambiar, miel sobre hojuelas si el cambio es a mejor.
Cambiar es gratis o al menos es muy barato-muchas veces solo gastas la suela de los zapatos- y estarás conmigo que es mejor un cambio en el corazón que un coche o un chalet, incluso un yate. A estos objetos podríamos calificarlos de costosos y jartos de mantenimiento. Lo portentoso es el cambio humano, supera a ver mil jumentos volando ya que ese cambio dura más que el vuelo de los pollinos.
Milagros propios y ajenos que se aprecian en la vidas normales y corrientes, no vemos asnos volando, pero sí otros milagros más abismales. Esos milagrillos más ocultos que hay que saber descubrir y disfrutar, esos milagros nos hacen felices.
its necesary que luchemos contra la frivolite, la ligereza y la burda apariencia. La enfermedad de buscar sin descanso lo espectacular y llamativo crea una nueva profesión: los buscadores de milagros.
Para entender esta idea que quiero compartir con descaro con un símil taurino: el torero pausado, artista, sencillo, arrimado y valiente. Movimientos con clase, distinción y sencillez, simples y bellos en sus ademanes. Sin alharacas y desgates de energía innecesarios, con sobriedad y elegancia, grandeza de lo sencillo, milagros que impactan por dentro. Huir de la tentación del espectáculo. A ti te digo, que necesitas tiempo para descubrir esto- quizás hasta que no empieces a ocuparte por tu último chalet dónde yacer y te des cuanta que no tienes donde caerte muerto -.
Nadie debe de pensar que su vida es intrascendente, no es verdad que solo las élites parten el bacalao. ¿Por qué tu vida corriente es trascendente? Me estoy metiendo en un lío, me explico: habría que considerar la existencia de un Dios amoroso, sin esta existencia previa no podría mantener que tu vida es trascendente, útil, eficaz esperanzada. Pero desde esa existencia tu actúas de buena fe, procuras hacer el bien, pensar en los demás y los resultados los dejas en manos del de arriba. Esto no es un mercado, ni una empresa en donde intercambias bienes y servicios a cambio de un dinero. En donde tus actuaciones se monetizan automáticamente y ves los resultados. En nuestras vidas corriente tú no marcas los tiempos, tu no ves los resultados, tienes que armarte de paciencia y ese no ver incluso te mejora, te hace más humilde, ya sabes: es el de arriba el que realmente actúa. Haz tu trabajo sin buscar resultados visibles. Ahora si podemos contestar a la pregunta de si tu vida corriente es útil y trascendente: sí, aunque tarden los resultados y aunque tu no los veas.
Sencillez machadiana de un hombre en el buen sentido de la palabra bueno, que paga con su dinero la mansión que habita, que desdeña las romanzas de los tenores huecos. Estas cosas las decía el sevillano ya que amaba y defendía la sencillez, dudaba de esos cantos de sirenas y de ese actuar de cara a la galería.
El genio de la palabra poética abrazando la sencillez, su poesía fue un cántico a lo sencillo, sencillez de llegada, sencillez y sobriedad buscada. Cuánto mensaje bello y grande escondían sus palabras.
Y aquellos sencillísimos versos que encontraron en su chaqueta un 22 de febrero de 1939 en Colliure, una vez muerto, que dicen tanto y tanto…
“Estos días azules y este sol de la infancia”
Parece que el poeta quiso unir su infancia, sus postrimerías y el sol que todo trasciende, colocando la nota en la chaqueta y lanzando su último mensaje.