En la muerte de Imre Kertesz, Nobel de Literatura húngaro de origen judío, escribí: “un Nobel se cae del árbol de la vida, inmaduro aún su mérito. Redime el elogio desmerecido y el merecido también. No existe el reconocimiento a título póstumo, aunque la intención es prolongar el recibido en vida. Hoy le cubren de panegíricos. Todos hablan de sí mismos en los obituarios, cuentan y no paran de su relación con el ex vivo, de cuanto le aportaron para llegar... a la tumba. En días le entierran en olvido, le destierran de sus memorias, para robarle frases ingeniosas, anécdotas, y cuanto el otro fue. Es posible que el galardonado resucite al lado de su impostor más amigo. Y entonces, sólo entonces, aplaudirán al dios en el que no creyeron.
Antes, en un día en que el Premio Nobel de Literatura se lo otorgaron a Alice Munro, y en el que se cumplía el aniversario de otro espléndido almuerzo con mi amiga Nélida Piñón, en el Restaurante Carretas de Santiago de Compostela, un 10 de octubre de 2013, había escrito:
“Éranse una vez un reino y un presentimiento...
...Algo me decía que una decisión especial se iba a producir en los Países Nórdicos... Quizás me dejé llevar por un deseo lógico, basado en la amistad, en el conocimiento de un quehacer vital construido con palabras, con sentimientos significados, con acentos próximos a la pronunciación del alma, con comas y puntos esparcidos con el ritmo pautado que exige la expresión de la genialidad, traducción congruente del mundano espíritu de la aldea y del entendimiento de un mundo y de sus pobladores, de la cultura densa del mestizaje. Inspiración...
Se ha cumplido el rito del No Nobel. Son testigos privilegiados: Marcel Proust, James Joyce, Vladimir Nabokov, Franz Kafka, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, Liev Tolstói, Emile Zola, Henrik Ibsen, Carlos Fuentes o Paul Valéry. Expiración.
Nélida Piñón -ahora también No Nobel- sigue siendo una confirmada hermandad amiga y la calidad en la expresión oral y escrita. Las buenos fantasías duran una eternidad y yo quiero seguir soñando con mi amiga de A Lagoa... Con el día -ya imposible-, en el que -no- cumpliremos el viejo compromiso de abrir el baile en Estocolmo... Entretanto, comeremos perdices en Borela o dondequiera que la vida nos encuentre. Los felices encuentros se premian a sí mismos y se recogen cada día. Admiración.
Como bien sabía Carmen Balcels, los académicos suecos leen poco en brasileiro y en español. Confirmación.
Borges decía: “Yo siempre seré el futuro Nobel. Debe ser una tradición escandinava.” El Premio Nobel es un cuento, al menos para la afortunada Alice Munro, que como escribió Nélida Piñón, el día en que la reconocieron llegó a casa “con un pan bajo el brazo y una historia que contar”. Brindamos por las letras canadienses, que pueden llegar a ser cálidas como las cabañas. Esperanza”.
Nélida fue reconocida con el entonces Príncipe de Asturias, con el Juan Rulfo y con cuantos premios otorgan los que leen con pasión y entendimiento.
Sigamos leyendo. Es una bonita forma de aguardar a que los suecos se disculpen. Inseguridad.
Alberto Barciela
Periodista