“Turismofobia” es un término que con probabilidad será incorporado al Diccionario de la Real Academia Española. Seguramente se considerará como un sentimiento de rechazo por parte de los residentes de un destino turístico hacia las personas que vienen a visitarlo, pero este sentimiento no es personal en contra del turista, sino hacia el turismo de masas en general. Y “Piso turístico” habrá de engrosar los usos del término, para enriquecer la formulación de cada una de las superficies horizontales de las que consta un edificio.
Puede que incluso “gentrificación”, ya considerado en el diccionario como una palabra del ámbito urbanístico, se vea actualizada de manera específica en la relación que los viajes puedan tener con el “proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo.”
Eso ocurrirá, claro, tras el trabajo minucioso, delicado, de los miembros de la RAG, que limpian, fijan y dan esplendor al idioma. Estoy seguro que, en su seriedad, descartarán ocurrencias como “Peregrinofobia” -ligada al Camino de Santiago- o “Himalayofobia” -relativo a la conquista de cumbres alcanzadas por multitudes-, ingeniosidades impropias de mentes lúcidas.
El turismo está de moda, por su éxito y por la consecuencias que el mismo acarrea. No es fácil conjugar los resultados, la alta demanda, con la desestacionalización, la capacidad de los servicios -seguridad, basura, transporte, restauración, control de aforos -fronteras, aeropuertos, estaciones, etc.-, demanda de personal cualificado...-, la irrupción de las nuevas tecnologías, insólitas modalidades de alojamiento, la competencia desleal o tantos otros factores que lejos de crear experiencias agradables contribuyen a la frustración de los viajeros, de los clientes, de aquellos que demandan cada vez más y mejores atenciones, se muestran dispuestos a experimentar vivencias, a contratar servicios de nuevo cuño y cuyo gasto medio se incrementa.
Cada caso de los significados anteriormente goza de sus peculiaridades, como el manejo y análisis de los datos de un sector que ya representa la primera industria de España, no por su récords, que también, sino por lo que realmente importa, sus beneficios y lo que estos suponen para el bienestar del conjunto de la población, a la que se trasladan por los impuestos, en forma de desarrollo y contribución al pago del bienestar general: pensiones, sanidad, educación, protección medio ambiental, infraestructuras, etc., además de la creación de riqueza y empleo, o de la recuperación de áreas despobladas.
La industria turística es un bien común que aporta más de lo que demanda y que requiere más correcciones que las que superficialmente se detectan por los neófitos en la materia. Los profesionales, cual académicos, conocen los matices de cada cuestión, la idoneidad de las medias a adoptar para evitar situaciones extremas, corregir y/o encauzar desafueros, y desvelar manejos espurios -por ejemplo los que han impulsado las manifestaciones en contra de los turistas y no contra los pisos ilegales-.
De todos los problemas se debate hace años en un ámbito de la economía española que es un referente mundial por el mérito de sus empresarios y técnicos, también de la mayoría de los funcionarios. España es una potencia en el mundo del viaje, cuenta con empresas referenciales en todo el orbe, administraciones y organismos muy eficaces, y eso que la competencia es ardua y muy buena.
Tras el verano hay que comenzar a trabajar muy en serio. Las administraciones públicas, incluidas las europeas, tienen que escuchar a las asociaciones como la Mesa del Turismo de España, EXCELTUR, HOSTELTUR, AEPT y otras. Hay que reformular algunos planteamientos, unificar criterios, cesar a los incompetentes -que los hay- y lograr que cada turista nacional o extranjero viva, al menos en España, la mejor experiencia del mundo, para conseguir que vuelva a nuestro país y que lo recomiende a sus amistades. Ese será el verdadero éxito de una industria llamada a crear felicidad, a aportar y a generar beneficios para todos. El resto son palabras que se las lleva el viento, análisis coyunturales, tergiversados o incompletos, o modas pasajeras, y eso no es lo profesional.
El diccionario es claro es sus definiciones, se actualiza y estudia con esmero cada nueva acepción, cada matiz, elimina términos desusados, y todo lo hace contando con representantes de los ámbitos sociales representativos. Hay en el algo de todos y se concreta entre muchos. El turismo es mérito de muchos, que nos beneficia a todos y que necesita sus revisiones. Los que dicen que no quieren a los turistas no saben que vivimos de ellos, al menos en la actualidad así es. Bienvenidos sean. España es un país abierto por vacaciones.
Alberto Barciela
Periodista
Miembro de la Mesa del Turismo de España