Habla como una profesora. Se ve que le gusta explicar. Cuando algo cree que no tiene relevancia, pasa por encima, y se ríe. No en vano se licenció en Filología en la Universidad. Eso sí, nunca se sintió obligada a seguir la tradición familiar –que es bien larga- en el mundo del vino. Su padre, D. Amadeo, le hacía algunos encargos de la empresa y la llevaba a algunos de sus viajes por España. Inma descubrió, entonces, que le agradaba transmitir, tarea también asimilable a profesora, la cultura del vino de Valdeorras. Hoy, cuando viaja, le dice a sus distribuidores y clientes: “Te traigo Galicia en una botella”.
Inma López Ferrer y Suso, su hermano, tomaron el relevo de D. Amadeo. Ella se encarga de la labor comercial y su hermano de la viña. En su árbol genealógico se puede comprobar que sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos se dedicaban a producir y vender vino. Como dice ella, “de una manera distinta a cómo se hace hoy”.
Esta valdeorresa recibe a Diario Luso-Galaico en Vilamartín. Después de visitar la bodega, sorprende con la zona representativa, una cueva. Es tradición en Vilamartín de Valdeorras que el vino se almacenara en las barricas –en aquel entonces hechas de robles de la comarca-, y éstas en cuevas.
La de los López Ferrer tiene entre 300 y 400 años. Cova Baladal –ahora uno de sus vinos tiene este mismo nombre- es un lugar increíble, con forma de cono y distintas salas o estancias. “Aquí mi familia elaboraba el vino y lo dejaba madurar entes de su venta”, dice. Se pueden observar los distintos estractos de tierra en sus horadadas paredes con graba, arcilla, roca... Se comunica con el exterior a través de una chimenea que mantiene un flujo de aire que hace que la temperatura sea constante todo el año.
Una antesala de Cova Baladal, era el lugar de las celebraciones familiares, como comidas, bodas, bautizos... Para Inma y su familia este lugar tiene mucho significado y está lleno de recuerdos afectivos. “Cova Baladal recuerda los buenos momentos, tanto de trabajo con todo el vino que se elaboró aquí, como de reunión con mis padres, mis abuelos…”. Y, en otro momento, dice Inma, “¡aquí se respira vino!”.
Aunque no lo parezca, D. Amadeo puso el nombre de Ruchel basado en la tradición. Era una palabra que antes se oía como apodo en Vilamartín. Un vocablo, como dice Inma, “sonoro y contundente”. Hoy quedó en desuso y la bodega, en esta nueva etapa familiar ya con 30 años en el mercado, hace gala de su singularidad nominal. Cualquiera podría pensar que es un nombre de origen francés.
Inma recuerda las vendimias familiares donde los niños participaban. “La vendimia era una fiesta”. A los niños los entretenían recogiendo las uvas que se le caían a los vendimiadores. Y luego todavía tenían la posibilidad de “la rebusca”, al repasar las viñas.
Además de los momentos anuales de vendimia, su padre, D. Amadeo le iba diciendo, en momentos concretos: “¿Me ayudas?;¿Haces esto? ¿Vienes conmigo?”. Y así, “poco a poco, te vas metiendo en este mundillo…La verdad es que es un mundo muy atrayente…”, concluye.
A Inma la atrajo del mundo del vino el que se conoce a mucha gente…”Pero, a la vez, descubres que detrás tienes tu propia cultura para compartir con otros”. Al principio tenía que explicar dónde estaba la comarca de Valdeorras. “Hoy en día nos sitúan perfectamente”, aclara.
Pero a ella le gustaba ser portadora de ese legado familiar y cultural gallego que está detrás del producto. Y resume así su proceso vocacional: “Empecé haciendo facturas y terminé viajando por toda España”.
“Al visitar a distribuidores, te descubres a ti misma y el mundo que tienes detrás. Lógicamente, también tienes mucho que aprender”.
“Cuando le cuentas a la gente lo que llevas en la sangre, comprenden que les interesa aquello de lo que les estás hablando y te dicen: ¡Déjame probarlo! Y tú te das cuenta de que tienes algo que decir y ofrecer”. Esos eran sus momentos mágicos.
Inma López Ferrer no podría concretar el momento en que se decidió por este trabajo, el instante preciso de su decisión…Ese dejar de proyectar su futuro en la enseñanza…”porque, aunque no es lo mismo, enseñas, y estás mostrando que es esencial en ti. La tradición familiar es importante pero tampoco me sentí obligada. Mi padre nunca –ni a mi hermano ni a mí- nos dijo que teníamos que hacer esto…”.
Inma tiene claro que no hizo ni va a hacer las cosas como D. Amadeo, su padre. “Soy de otra generación y tengo otra forma de ver las cosas”.
Así que, añadiendo su trabajo al que realizó su progenitor, hoy jubilado, “y respetando las bases”, concluyó: “No tengo, pero quiero”. Así cogió las riendas de la comercialización de Bodegas Ruchel.
La comarca de Valdeorras es un valle alargado, describe López Ferrer. Las viñas que cultivan van de extremo a extremo, en paralelo con el río Sil.
GODELLO Y MENCÍA
Ruchel elabora Godello cien por cien, esto es monovarietal. Es una de las castas propias de la comarca de Valdeorras. Ya sus familiares la cultivaban y se mantuvo durante generaciones. Ciertamente, era una “uva marginal porque lo que ellos querían era volumen de producción. Vivían de vender muchos litros de vino al año. ¡Todos los que podían! Y la godello es muy delicada. Tiene un sabor muy aromático. Pero su producción no es masiva”. Por eso no era la uva que más cultivaban sus abuelos y bisabuelos.
“Pero sí que se mantuvo en la tradición vinícola familiar…”. Y, en esta nueva etapa, la bodega se fijó en que estaba ante una “uva única y excepcional”. Se empezó poco a poco a trabajarla y a potenciarla. Al principio se mezclaba con otras variedades hasta que se dieron cuenta de que el vino monovarietal era lo que le gustaba al consumidor. La godello cien por cien, y del año. “Creemos que la godello es como mejor se expresa ella misma con su cualidades”, sintetiza.
Por tanto, entre el 65-70 % de la producción de Bodegas Ruchel es Godello y un 30% Mencía.
MENCÍA
La Mencía se mezcla con un poco de Tempranillo “que aquí también se da muy bien”, precisa Inma.
MARCAS
Ruchel Godello y Mencía. Ambas marcas llevan la palabra ‘Secretos’. “La pusimos en el 25 aniversario de la bodega para decirle al mundo que ya sabíamos el secreto de hacer un buen vino”.
El año pasado nació la marca Cova Baladal en honor a la cueva familiar. “Es un vino más centrado en viñedos familiares, de más tradición, que trabajamos desde hace muchos años”. Su lacrado sobre el corcho marca la diferencia.
DISTRIBUCIÓN
El vino Ruchel se puede encontrar en restaurantes de alta gama, como Arzak, o en un lineal de cualquier supermercado o gran superficie. “Yo no me cierro a ningún canal”, explica Inma.
PREMIOS
La comercial de Ruchel asegura que su mayor premio es seguir en el mercado con sus vinos tras 30 años de trayectoria. “Si sigo en el mercado, quiere decir que al consumidor le sigue gustando y buscando mi producto”.
Ruchel es bastante restrictivo a la hora de presentarse a concursos. “El premio que me hizo especial ilusión fue al ‘Mejor blanco de Galicia”, dice. Esto fue en 2011 con un Godello de 2009. “Era la primera vez que ganaba un Godello cien por cien ese galardón”, argumenta así su alegría.
PROYECTOS
Un objetivo de Ruchel es ahora el de explicar los viñedos a los consumidores. Por una parte, ir separando las cosechas de las distintas parcelas e intentar trasladar a sus consumidores las historias de cada una de sus viñas. “A veces el trabajo comercial está muy distanciado del trabajo en viña”, se duele Inma.
GALICIA CALIDADE
Los vinos de Ruchel, Denominación de Origen Valdeorras, están también certificados con el sello de Galicia Calidade. Ruchel fue la primera bodega –hace unos quince años- de la DO Valdeorras en poner el logo de Galicia Calidade en sus botellas.
“Esta certificación supone un plus porque nos beneficiamos de formar parte de su escaparate de productos gallegos. (…) Además, para nuestros consumidores, saber que tenemos ese sello –que supone superar una serie de auditorías y revalidarlas continuamente- es una garantía de que nuestro vino va a responder a sus expectativas”. A lo que hay que añadir el cumplimiento de la normativa del Consejo Regulador de la DO Valdeorras.
BLANCOS Y TINTOS GALLEGOS
Inma López tiene una buena visión del momento que viven los vinos gallegos. “La calidad de los vinos gallegos es alta. No ya porque lo diga yo sino que lo percibo, cuando voy a presentar mis vinos por España”, afirma Inma López.
“Los blancos gallegos son muy demandados. Por eso bodegas de fuera de Galicia han realizado compras de bodegas gallegas, como bodegas de La Rioja, o Ribera del Duero…Para tener su blanco”.
“Sobre los tintos, creo que tenemos que cambiar la perspectiva. En lugar de ‘riojanizar’ nuestros vinos, tenemos que ‘mencianizar’ España”.
Y razona: “Tenemos que cambiar el enfoque. El consumidor está acostumbrado a los tintos de Rioja, Ribera…Son vinos más potentes. Yo digo más ‘agrestes’ porque tienen que pasarlos por madera para pulirlos. No lo digo con menosprecio ni con desdén. Me parece muy interesante lo que están haciendo, mucho. Pero son muy diferentes a los nuestros. Pasan otros procesos, están en otro clima, se trabaja de otra manera el viñedo, la uva…La gente está acostumbrada a eso”.
“Creo que nuestros Mencías son más sutiles, más suaves, no pasan por madera, más fáciles de beber, más agradables y con una graduación más baja…”.
Por eso concluye Inma López Ferrer que “no tenemos que hacer nuestros vinos como ellos. Lo que tenemos que hacer es acostumbrar el paladar de los consumidores a nuestros vinos. Porque es lo mejor que podemos ofrecer”.
Inma observa que en el mercado ya hay zonas que buscan tintos más parecidos a los nuestros, con nuestro estilo de elaborar. “El consumidor busca vinos más fáciles de beber, como son los gallegos y, particularmente, de la DO Valdeorras”.
“Aquí hay un futuro, una nueva perspectiva pero tenemos que trabajar todos para ofrecer nuestro vino fuera”.