viernes. 22.11.2024

Guardo hasta hoy en el fondo de mis ojos una visión de matices y hojas sobre las paredes del Ardora, junto a las obras de Menchu Lamas, Huete, Antón Patiño, Goyanes y el imborrable Monroy, en aquel lugar ubicado en las proximidades de la Puerta de América, en la ciudad de Vigo. Allí tuvo lugar, hace una década, el primer encuentro con la creadora Carmen Quintero D.-Luna, autora de los cuadros que se exhibían en el emblemático café tertuliano. Aquella tarde estuvo acompañada de otra amiga, la polifacética María López-Chaves, múltiple en talentos, pues aparte de pintar, restaura y posee una voz que hace retumbar los escenarios por donde pasa interpretando canciones de La Lupe o Paquita la del Barrio. Igual que las cantantes mexicanas, María, la de Ledesma, podría ser perfectamente un personaje de Pedro Almodóvar.

Pazo de Lamelas
Pazo de Lamelas,

Entre magnolios, caquis, dátiles, hortensias y otras hojas trabajadas al óleo, se desplegaba una explosión de tonalidades, del rojo al azul del cielo, pasando por blancos, verdes o amarillos, perfilados con líneas y la inclusión de figuras geométricas en algunas telas. Allí, cerca de Chroma, una galería contemporánea donde también colgó algunas de sus obras junto a Alberto Gulias, Lourdes Carcedo, Alfonso Salas, Nando Álvarez, Antúnez Pousa, Marticorena, R. Ignacio, Víctor Alves, Fontedevila, entre otros exponentes de la plástica, nos llevó por diversos recovecos del arte una complicidad creativa.

Habitación de Pazo de Lamelas, con obra pictorica firmada por Carmen Quintero de Luna.
Habitación de Pazo de Lamelas, con obra pictorica firmada por Carmen Quintero de Luna.

En aquella conversación descubrí que era admiradora de la pintora norteamericana Georgia O'Keeffe y que, además de plantas, también le gustaban los felinos, temas constantes en sus obras. No recuerdo si fue ese atardecer u otro día cuando marcamos un viaje a Lalín, feudo donde las formas anidaron y las ideas crearon hijos nunca pensados, en lienzo, en piedra, en madera. Aymericch, Lamazares, Lareo, Couto-Codeseida, Willy... hasta ese municipio llegamos en busca de un pasaje seguro a las vanguardias, cuna igualmente de José Otero Abeledo, el propio Laxeiro, quien le anunciara a principios de los ochenta “un futuro lleno de posibilidades para la creación artística”.

En otra excursión, Luna Nueve —como firma sus lienzos— nunca paró de hablar camino al borde de la Costa Atlántica, hasta llegar a Priegue. Allí cualquiera puede entender su temática. En el Pazo de Lamelas, su lugar natal, se encuentra la inspiración y columna vertebral de su trayectoria pictórica. El caserío está envuelto en flores, plantas, frutas, naranjas y una colección de zapatos de colores que atesora en su interior, entre los cuales deambula el gato Mssique, quien aparece en sus cuadros. No se separaba ni un momento de Carmen Quintero, siempre pendiente del movimiento del pincel desde los primeros trazos hasta que terminaba el cuadro.

En el mismo balcón atlántico, más arriba o más abajo, escribieron también los inolvidables Gonzalo Torrente Ballester o Carlos Casares, y talló esculturas el herrero de Sabarís, Manuel Quintas Vergara, inmortalizado en piedra por los canteros de la Escuela de Poio en la rotonda de A Ladeira, en días recientes. Carmen Quintero pintaba sin parar, en el mismo lugar donde siempre lo hizo, como demuestra su mirada ingenua, parte de su infancia, reflejada en las paredes interiores de la casona, un setter, una vendimiadora y dos bodegas, entre otros dibujos.

A veces su madre, con quien compartía la casona secular, le contaba cómo de niña dibujaba con trozos de cal de las obras a lo ancho de la carretera que ladea el pazo. Cuando regresaban los vecinos de oír misa, preguntaban sorprendidos quién era esa cría. "¡La nieta de D. Moisés, que es una artista!" Fueron, sin duda, sus primeras exposiciones.

Han pasado ya unos cuantos años desde entonces y aquel culo inquieto nunca dejó de pintar y estudiar, llegando a licenciarse en la Facultad de Bellas Artes de Madrid, especializada en Restauración y Grabado, cualidad esta última por la que fue contratada para restaurar pinturas de los siglos XVIII y XIX en la ciudad japonesa de Gifu en la década de los 90.

De los viajes compartidos, recuerdo aquel otro que nos llevó a las faldas del Pico Sacro, a una celebración pantagruélica, exaltación de la Cacheira en Cacheiras, un invento del alcalde de Teo para atraer a los políticos a sus mesas y mantel, y a los amantes de estas celebraciones a su feudo. En dicha cita gastronómica, Carmen Quintero fue la autora del cartel que cuelga en las paredes pétreas de Priegue. También recuerdo otros viajes a la otra margen del Miño, para compartir con creadores portugueses intercambios culturales en plena Serra d'Arga, en Vila Nova de Cerveira, Monção o Ponte de Lima.

"La fiesta del Vino" es el título de otro trabajo salido de su estudio, integrado en "Venir a degustarlo con arte", un proyecto artístico que muestra un mundo de sensaciones de la cultura vinícola a través de la pintura, grabado, escultura o fotografía. Este evento nos ha llevado desde O Rosal, donde inició su andadura, hasta otras tierras para hermanarse con néctares vinícolas a través del arte. Esa borrachera de color y baile de formas para el disfrute de los visitantes llegó al Castillo de Peñafiel (Valladolid), actualmente convertido en Museo del Vino, un consolidado espacio expositivo. En tierras de Castilla y León había fijado su residencia el cronista por aquel entonces.

Hace unos meses volví a compartir unos días en su entorno. Cruzamos el portalón marcado por los templarios, con la ausencia de la piedra de armas. En el interior de los muros, de pie, el recinto circundando la capilla —la misma donde fue bautizada la niña artista—, guarda el retablo barroco gallego y el altar desnudo, esperando una pronta renovación de la cubierta.

Salomé Domínguez-Luna, su madre, siempre la apoyó. Ella, la niña artista que dibujaba con cal a lo ancho de la carretera, guarda en su habitación gratos recuerdos del paisaje frondoso y la puerta del Atlántico, con olor a boj. La autora de "El Magnolio" se columpiaba y regalaba a nuestros ojos vistas desde aquella ventana que asoma a las Cíes. La conversación de repasos, los momentos y el itinerario artístico de Luna Nueve, que no es poco, suman más de medio centenar de exposiciones y certámenes seleccionados: "Novos Valores" de Pontevedra, "Eixo Atlántico", "XI Bienal Internacional de Arte de Vila Nova de Cerveira" (Portugal), y exposiciones en Madeira y Coimbra, pasando por la de American Prints y la Galería José Lorenzo de Santiago de Compostela.

La vida de esta pintora miñorana se puede comparar a esas tormentas vividas entre el Pazo Lamelas y el Instituto Auga da Laxe de Gondomar, donde ejerció como profesora, por esas otras razones ligadas al mar y concretamente a la Ría de Vigo que la envuelven. La tesis doctoral en la Facultad de Bellas Artes de Vigo, un lujo.

La vida artística de Luna Nueve, un retrato de Carmen Quintero
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