Fue una noche larga, en la que la rabia alternaba para acompañarme, después de haber recibido por la tarde una desagradable noticia a través del amigo de siempre, que también lo era de él. Y digo que era, porque nos dejó.
En mi cabeza, muchos momentos y acontecimientos de otrora, siendo más jóvenes, unos y otros, involucrados en fiestas y tradiciones de Fornelos, en tierras de O Rosal.
Le recuerdo recorrer día tras día, en su vespa de tonos anaranjados, ida y vuelta al trabajo, en el aserradero, a pocos metros de la chimenea de Las Cachadas, la misma cerámica que marcaba las horas de entrada y salida de los obreros.
Él estaba en el sector de la madera, en la empresa colindante, y cada tarde, cuando regresaba a Fornelos, hacía una parada en Caselas para leer la prensa, concretamente Faro de Vigo, diario al que estábamos suscritos.
También Chucho, inmerso en actividades culturales o fiestas, donde surgieron ideas incluso a través de carrozas para situar el enclave más allá de O Rosal y dar a conocer su riqueza y aquellas xuntanzas constructivas e incluso ediciones de libros de Fiestas, donde quedó patente parte de la cultura de Fornelos: Carnavales, aguardienteiros, gaiteros o romerías.
Ahí estaba él, Chucho, al que todavía en mi memoria recorríamos, en la mencionada Vespa, el trayecto de Caselas a La Cueva, con una máquina de escribir portátil, para los listados y cuentas de las fiestas do Entroido.
Y no pocas veces, cuando llegaba alguien de fuera para conocer el enclave de los Molinos de O Folón y O Picón, él hacía de guía, mostrándole cada piedra del camino, igual que "O Pouso", descanso del patrón San Martiño, o A Cereixeira, en las inmediaciones de la Capilla del santo referido.
En días recientes, el cronista estuvo en Ponte de Lima, en la Torre da Cadeia Velha, donde otrora lo encontré con su familia, para asistir a un concierto de la Agrupación Musical de O Rosal, por aquel entonces bajo la batuta de José Vicente Simeó, elenco musical en el que también tocaba la trompeta su hijo Rubén. Ese día fue una gran oportunidad para llevarlo a Sao Martinho da Gandra, cuna de su madre Elisa, la que desde niña llegó a O Rosal para no regresar más a las tierras del Alto Minho.
Chucho se fue antes de Nochebuena y ya descansa, allá donde esté seguramente con su madre y aquellos otros que partieron antes.