Me pregunto si dedico demasiado tiempo a ‘estar al día’. Esta exigencia comporta que siga la suerte de Jenifer Hermosillo, de Álvaro García Ortiz, de David Giménez, de Elon Musk, ls entresijos de los Goya; ¿sus peripecias merecen el tiempo que los medios de información casi exigen? Los titulares son seductores y sus contenidos pegajosos, el conjunto adictivo con una pizca morbo.
El ojeo (de ‘poner un ojo’ más que de ‘pasar hoja’) de lo que se me presenta como ‘actualidad’ lo limito a titulares y omito dos terceras partes de la oferta y aun así me queda la cabeza vacía y la sensación de tiempo perdido al terminar esa lectura.
¿Pasaría algo si no estoy al día?
Descubro al urbanita contemporáneo que soy atareado en recibir mensajes por WhatsApp en el desayuno y empleando tiempo a lo largo de la mañana para atender chats y mails, los más de ellos no pedidos y muchos no deseados.
Un antropólogo sugiere que estamos volcados al ‘repentismo’, seducidos por entretenimientos que nos llenan más de ruido que de conocimiento: muchas imágenes y emociones fuertes, sin tiempo para el reposo y el silencio. Es una embriaguez de sensaciones y emociones que me generan insatisfacción.
¿Y si me pongo al sol -cuando lo hay, si no al aire-, sin cascos ni YouTube, desconectado Facebook y el ordenador de mesa con la tapa bajada.
¿Pasa algo si no estoy al día?