No es ninguna novedad escribir un artículo sobre la contaminación del planeta, como tampoco lo es, del insuficiente esfuerzo que se está haciendo en revertirlo; pero lo que sí resulta destacable subrayar es lo que en forma natural y espontánea, ha venido haciendo desde siempre, una especie marina recicladora por naturaleza: los holoturoides, seguramente más conocidos como pepinos de mar. Esta especie ha desempeñado un rol preponderante en el procesamiento biológico de los desechos de los lechos marinos.
Estos seres invertebrados prestan un servicio clave al medioambiente, ya que realizan la noble labor de contribuir en la limpieza de los océanos, proviniendo de ahí su gran importancia ecológica. Son los basureros del océano y se alimentan de los desechos orgánicos que caen al fondo del mar. A pesar de que su alimentación consiste mayoritariamente en materia orgánica en descomposición, también suelen alimentarse de algas y de algunos invertebrados marinos. Cada uno de estos seres puede consumir más de 45 kilos de sedimento cada año, excretando residuos más finos y homogéneos. Para cumplir con la degradación de la materia orgánica, el sistema digestivo cuenta con abundante flora bacteriana, que realiza esa función. Así es como enriquecen los sustratos y reciclan las partículas orgánicas, jugando un papel importante en el procesamiento biológico de los desechos de los lechos marinos.
El pepino de mar está adaptado a vivir en profundidades extremas, encontrándose algunas especies a más de 9.500 metros de profundidad. Son seres luminiscentes. La bioluminiscencia (producción de luz por parte de organismos vivos) es un fenómeno relativamente habitual en animales que viven en aguas profundas. La utilizan para comunicarse.
Actualmente, hay al menos dieciséis especies de pepinos de mar en peligro de extinción, por ser considerados un manjar, dentro de la gastronomía asiática. Se conoce como trepang y se sirve en muchos restaurantes de lujo en China, Indonesia, Malasia y Japón.