De la maternidad al cielo
Mezclar los conceptos de maternidad y cielo puede parecer atrevido, pero no lo es, quizá un pequeño cielo en la tierra, huele a aromas de grandeza.
¿Mi intención? Homenajear a todos las madres haciendo hincapié en algo que por trivial no deja de ser relevante y es el hecho de que no hay artista que realice una labor más importante que una madre al parir. Su obra es siempre de más valor que el mejor de lo cuadros, la más bella escultura y el más espectacular de los edificios. Por tanto, las madres en su faceta maternal superan a la cúspide de la creación artística.
Habría que escribir libros y tratados para defender la maternidad, pero esa labor la dejo para otros, me conformo con poder expresar unas pinceladas, unos retazos, unos gritos en el cielo que nos despierten para contemplar con asombro.
Confieso una cosa: entiendo más de mi madre que de la maternidad; lo concreto sirve a lo general y desde esa experiencia personal quizás podemos sacar conclusiones, o no -perdón por el Rajoy-.
Son recuerdos ya lejanos en el tiempo. Están como enjaulados como si no interesara remover en exceso y ahora mismo pienso: “te estás metiendo en un lío a ver si te vas a yuyear”.
Los recuerdos de mi Madre son los de una cacereña alegre, tranquila, jovial, nunca enfadada. Emanaba paz y serenidad. A la que todos buscaban. Aliñado todo ello con dosis de fortaleza y asertividad.
En mi caso acercarme a la maternidad con estos mimbres me resulta relativamente fácil, pero buscamos un concepto global trascendente en la sociedad. De la no maternidad se derivan grandes problemas sociales.
Trataremos de mimbrear la anterior hipótesis para llegar al cesto:
La madre junto al padre es la creadora, luz de vida, pero además al tener al hijo en su seno se establece una relación especial, carne de su carne, alma de su alma. No entiendo- solo lo imagino- ya que de momento nunca quedé preñado.
Una vez se ha parido la maternidad sigue por su cauce: generosidad, amor desinteresado, sacrificios, gratuidad.
La sociedad a veces de una forma inverosímil llama a estos mimbres maternales: alienación, relegadas a la crianza, condenadas a la casa, sin un papel profesional relevante. Como si Velázquez cuando pinto las Meninas en vez de aplaudirlo lo acusáramos de esclavo de los pinceles, de estar encerrado entre lienzos y alienado en sus galerías.
Como si lo grande quisiéramos hacerlo lo más pequeño. Maternidad es cuidado, protección, algo duradero y esto es muy configurante en la sociedad.
Si es verdad que la maternidad configura también será verdad que las ausencias de amores firmes e incondicionales son caldo de cultivo de problemas. Alcoholismo, drogadicción, suicidio creo que tienen una relación con esta ausencia de maternidad y con la ausencia núcleos estables y amorosos. El amor configura y sana.
Pero no quiero ser excesivamente racional, prefiero lanzar ideas inconexas, suspiros, gritos. Apuesto por disfrutar de la maternidad más que por rollos doctrinales, así que vamos a lío como diría el papa Francisco, maestro de la oratoria escueta al cual quiero emular con frases cortas y algo más líricas. ¡Va por ti! Madre desconocida y raudal de esencias femeninas:
La maternidad es quizá un misterio sagrado, un canto ancestral, melodías tejidas con hilos de afectos. Guardianas de la vida, portadoras de sueños, constructoras de legados.
Acaricias tu vientre, creando un puente entre lo visible y lo invisible. Paras el tiempo, forjas y lates la vida, germinas la semilla, anidas el alma. El corazón late al ritmo de dos vidas, fusionas la sangre, respiras al unísono.
Silencios, renuncias, sacrificios. Parto, dolor, sudor coronan tu grandeza, se forja lo invisible, bailas con lo inmenso. Hay lágrimas en el altar de la maternidad, se amplían las bóvedas, visibilizamos la grandeza. Lo femenino encuentra su lugar, su acomodo, paraíso de ternuras, no se acompleja ante el griterío de los aborrecedores de la maternidad, modernismo caduco, matraca intrascendente.
Tu amor es fuego que no caduca ni claudica, llama anónima, ofrenda perenne. Miras el horizonte y trasciendes las noches sin sueño y los pañales. Ahí donde se quedan los rebajadores de alturas. Siembras semillas a la espera de que ella o él sepan encararse con el mundo.
Buscan el bien del “amado fillo” pero su libertad es un dogma. Cuando son mayores te purificas hablándoles casi sin palabras.
Ya eres fértil, aunque sabes y entiendes de flores y malezas. La maternidad es una cadena invisible que une a las madres de la historia. Maternidad como suma de maternidades: tejen la historia, configuran la sociedad y narran cuentos que no caducan. Te cuesta ser paciente porque sabes dónde está su bien.
Tu unidad de medida es el amor, se graba en el alma de los hijos, herencia de incalculable valor, más valiosa que mil legados.
¡Ay maternidad! Rincón sagrado del corazón femenino, danza eterna, poema sin fin, volcán que erupciona. Arraigo de pobre y ricos. Venda para las heridas, brisa perenne.
Y una corona de estrellas te aplauden y lloran por tus críticos. Y una llama de madres anónimas alumbran a la sociedad, configuran proyectos, generan esperanzas. Espacio sagrado.
Hemos aprendido a no jugar con la grandeza y la belleza, cita a ciegas donde las madres no duermen.
Acabo con Maryl Streep: “la maternidad tiene un efecto humanizador. Todo se reduce a la esencial…”