Lecciones de la naranja mecánica
Siempre fui un defensor del juego de la llamada “naranja mecánica”-aunque no avalo las teorías poéticas sobre el futbol de Jorge Valdano-, hacedores de un futbol total y arrollador. Los Cruyff, Neeskens, Rep, Krol, hermanos René y Van der Kerkhoff… Lo bordaban.
Presión adelantada, intercambio de posiciones, todos atacaban y defendían. Juego colectivo, preparación física, pressing brutal pues querían poseer el balón. Todos hacían de todo sin delantero centro, verlos jugar era un espectáculo.
Pero yo no escribo para hablar de futbol, quiero hablar de las cosas buenas, hablar de las personas y a las personas. “el hombre es un junco, un junco pensante” los humanos somos dignos, capaz de lo mejor para nosotros y para los demás. Podemos hacer un futbol total y bordarlo. La ayuda humanitaria es jugar al ataque.
Luchas y preguntas, un corazón algo inquieto, nos mueve el propósito, queremos meter goles. Vidas esperanzadas, búsqueda de sentido.
La relación y la unidad entre humanos es básico, parece que esto no lo ha entendido algún político que se empeña en desunir y desunir y destruir lo construido juntos. Se trata de hacer lo contrario; la naranja mecánica era solidaridad, delanteros que hacían de defensas y defensas de delanteros, todos estaban al acecho y a ayudarse. Presionaban el balón hasta cuatro jugadores, era u equipo compacto y unido.
El servicio, la ayuda y la compasión son valores en alza, es un jugar al ataque, por eso, el futbol así es belleza. “Ama y haz lo que quieras” decía Agustín. Vivir esperanzado implica comunión con los demás buscando vínculos y encuentros valiosos.
Nos mueve la belleza y la creatividad, es la gasolina humana. No nos llena la crítica y la división, ni la movida ni el escándalo continuo. Estamos para hacer el bien más que para evitar el mal. Nos llena el bien, aunque el mal es más contagioso pues va por la superficie. Prefiero celebrar a criticar, el bien atrae más. Me gustan más las notas no sostenidas que van con tinte de tristeza.
Apreciar lo bello en el arte, la naturaleza y la música. Un libro que te hace pensar serenamente, conocer esperando, sin inmediatez. El libro busca su pausa, da tiempo a reflexiones serenas. El resultado para los que “lo negro no les estorba” es más satisfactorio que el que da la tele y el móvil.
La contemplación y reflexión nos pone en la órbita de lo bueno, necesitamos procesos de cristalización lentos, el mal se alía con la inmediatez.
Naturaleza, contemplación, melodías, expresión artística, todo se alía con el bien. Ataca el mal con abundancia de bien. El bien puede más, moviliza más, se coaliga con la esperanza y con la paz. El bien es cauce de serenidad.
¿Esto es un algo teórico? ¿Quizás un cuento bananero? ¿Matraca de los que no están en la realidad? ¡Nooo! Quiero pensar que no. Es vivir con propósitos y esperanza, pero ¿qué razones hay para la esperanza? ¿Es lo mismo la esperanza que un buenismo ñoño y cursi? Que siií, que hay que fundamentar esto, sino esto se convierte en los dibujos animados de Heidi cantando “el abuelito dime tú”.
A estas cuestiones corresponde a cada uno responder, yo te apuntalo alguna de mis razones de esperanza:
El casi infinito del valor de todo hombre; apreciar la belleza no nos acostumbremos, necesidad de amor y afectos y finalmente la encrucijada de lo divino y lo humano que invitan a mirar arriba y adentro. Si no miras arriba no es tan sencillo fundamentar todo esto.
O fundamentamos bien las razones de la esperanza o el por qué abrazar el bien y los aspectos positivos más que estar a la defensiva, o tendrán razón los que dicen que todo esto es una cursilería que acabo con “el abuelito dime tú”.
Y acabo con dos frases de Johan Cruyff: “los italianos no pueden ganarte, pero sí puedes perder frente a ellos” “Si nosotros tenemos la pelota, ellos no pueden hacer ningún gol”.