Poesía

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"(...)Me parece que hoy en día muchos poetas pecan de dos defectos (de uno o de otro). El primero, este que digo de escribir como si estuvieran hablando con sus amigos en la barra de un bar mientras se toman unas cervezas. Y el segundo, el hermetismo, curiosamente lo contrario. ¡Cómo les gusta a algunos “poetas” escribir sin que se entienda nada; incluso –estoy seguro–, sin que ellos entiendan nada! Deben de pensar que eso los hace exquisitos, especiales.(...)"

Hace no mucho leí en la prensa una entrevista a un joven y supuesto poeta que por lo visto usa muchas palabrotas en sus “poemas”, y se justificaba diciendo que “la poesía es expresar lo que se siente”. Hombre, sí, pero no. En primer lugar, eso solo se podría predicar de la poesía lírica. Hay otra, la épica, que responde a otro modelo. Y en segundo lugar –y mucho más importante–, la poesía no es únicamente –y subrayo únicamente– expresar sentimientos. Si así fuera, alguien me podría pisar sin querer, y yo gritar tres veces “¡ay!” y pretender que he hecho un maravilloso cuarteto. Para que haya poesía, además de sentimiento, el poeta tiene que utilizar el lenguaje poético o, si se prefiere, el lenguaje en su función poética; es decir, que el discurso tenga un propósito estético, que la forma adquiera una gran importancia. Incluso los poetas que parecen usar un lenguaje llano, cercano al coloquial, como Blas de Otero o Mario Benedetti, no dejan de utilizar este lenguaje poético, aunque lo disfracen de aparente simplicidad. Blas de Otero llegó a escribir una “Poética” en dos versos en la que dice: “Escribo / hablando”, y en otro poema (“Y el verso se hizo hombre”) exclama: “Escribo como escupo. Contra el suelo / (oh, esos poetas cursis, con sordina, / hijos de sus papás) y contra el cielo”. Díganme si aquí no hay lenguaje poético.

Me parece que hoy en día muchos poetas pecan de dos defectos (de uno o de otro). El primero, este que digo de escribir como si estuvieran hablando con sus amigos en la barra de un bar mientras se toman unas cervezas. Y el segundo, el hermetismo, curiosamente lo contrario. ¡Cómo les gusta a algunos “poetas” escribir sin que se entienda nada; incluso –estoy seguro–, sin que ellos entiendan nada! Deben de pensar que eso los hace exquisitos, especiales. Y todo ello –tanto los que escriben como si hablaran en un patio de vecinos como los herméticos–, con una verborrea interminable y agotadora, con una palabrería –olvidando que la síntesis es otra característica esencial de la poesía– que envuelve auténticos rollos, discursos ora pseudofilosóficos, ora panfletarios, todo muy progresista y pseudorrevolucionario. Y lo digo no tanto por los poemarios que se están editando últimamente –que no conozco– como por lo que escucho en algunos recitales poéticos que están tan de moda –incluso con micrófono abierto– y a los que sí que he tenido ocasión de asistir.

En fin, que la poesía es un arma cargada de futuro, como decía Gabriel Celaya –otro poeta que parecía escribir con simplicidad–, pero en la pluma y en la voz de algunos más bien resulta una pistola de fogueo, un fuego de artificio que le deja a uno frío, cuando no agotado.