Olegario Vázquez Raña, premio Ourensanía 24

Nuestro colaborador Alberto Barciela con Olegario Vázquez Raña.
Olegario protagonizó una buena parte de la gran historia de México, de España y de Galicia, de la emigración y del esfuerzo, del ingenio de quien empezó cobrando propinas o a explotar un simple teléfono público en la tienda de sus padres, en la Colonia de Guerrero, hasta quien puso de moda los colchones de resortes -sustitutos de los rellenos de borrega o algodón-, o supo rentabilizar la Compañía Hermanos Vázquez, o consolidar la creación del Grupo Empresarial Ángeles (Grupo Ángeles Servicios de Salud, Grupo Real Turismo, Grupo Financiero Multiva y Grupo Imagen Multimedios).

Es muy dichoso en su amado México, en donde triunfó tras no pocos avatares y esfuerzos, siguiendo la estela de sus padres, Venancio Vázquez Álvarez y María Raña Antas. Lo fue, primero con sus hermanos, Aurelio, Sara, Mario, Apolinar y Abel, luego con su esposa María de los Ángeles Aldir, Gela, oriunda de Xesta, y siempre con sus hijos María de los Ángeles, Mónica y Olegario, y sus yernos y nietos. Y lo es en EEUU, en donde tiene una de sus residencias. Pero siempre regresa a Galicia.

 

Antes que empresario es un hombre familiar, de creencias muy arraigadas en sus orígenes, en sus amigos y vecinos, en sus culturas. Todo es más valorable si cabe en un ser de mundo, un importante, relevante e influyente personaje internacional que conoce el éxito y goza del mayor prestigio.

Pero no creo equivocarme si afirmo que donde Olegario es más dichoso es en Avión, un paraíso natural en las montañas de la Sierra del Faro. Yo le conocí hace muchos años, gozoso por compartir las fiestas parroquiales de San Roque, la romería en Los Prados próximos a Abelenda -topónimo hermoso, significa “lugar donde crían las mariposas”-; por coincidir en las romerías en el río de Xesta, ámbito natal de su esposa; en el Gran Hotel de La Toja, en A Toxa-O Grove, en las fiestas de Amancio López Seijas, Ana Sanjurjo y sus hijas Marina y Clara; en las casas de los Hermida; jugando al dominó en el que fue Bar de Moncho -una de sus pasiones-, haciéndose acompañar por Carlos Slim, Miguel Rincón -un día habrá que contar su vínculo con Beariz-, Javier Santoveña, José Collazo, Alejandro Blanco y sus esposas, o por José Manuel y Emma Caneiro; y por tantos otros buenos amigos.

 

Son muchas las anécdotas, pero más han de ser las discreciones, por fidelidad al amigo. No obviaré revelar dos datos, que me atañen muy de cerca: fue él quien consiguió que el Comité Olímpico Mexicano homenajease a José Luis Torrado “O Bruxo”, 50 años después de la celebración de los Juegos Olímpicos de México 1968, y a él corresponde el mérito de haber salvado la vida al entrenador gallego, Gustavo Dacal, ingresado con una grave enfermedad en Veracruz.

 

Este hombre es el gallego de la emigración más universal, tanto como mi querida Nélida Piñón. Olegario me enseñó algunas cosas, por ejemplo que “permanecer valiente obliga a coexistir con turbaciones, a ir aprendiendo a alternar el disfrute con inevitables irresoluciones, nerviosismos y disgustos, a encontrar la solución con la acción, la decisión y el esfuerzo.” Todo eso figura en su trayectoria vital pública, que se resumió sucintamente en el libro “Mi vida en el deporte”, un exhaustivo repaso por la trayectoria profesional, deportiva y personal de un polímata en el Comité Olímpico Internacional tras participar como tirador y compitió en cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos (Tokio 1964, México 1968, Múnich 1972 y Montreal 1976) y en todos los campeonatos mundiales desde 1966 hasta 1979, en los que estableció numerosos récords. El empresario mexicano-gallego, dirigió la Federación Internacional de Tiro Deportivo (International Shooting Sport Federation) durante 38 años. Se ha relacionado y mantuvo estrechos vínculos con múltiples personalidades. Solo citaré a Juan Pablo II, la Reina Isabel II de Inglaterra, Juan Carlos I, Felipe VI, Fidel Castro, Carlos Slim, Gabriel García Márquez o Juan Antonio Samaranch.

 

Olegario protagonizó una buena parte de la gran historia de México, de España y de Galicia, de la emigración y del esfuerzo, del ingenio de quien empezó cobrando propinas o a explotar un simple teléfono público en la tienda de sus padres, en la Colonia de Guerrero, hasta quien puso de moda los colchones de resortes -sustitutos de los rellenos de borrega o algodón-, o supo rentabilizar la Compañía Hermanos Vázquez, o consolidar la creación del Grupo Empresarial Ángeles (Grupo Ángeles Servicios de Salud, Grupo Real Turismo, Grupo Financiero Multiva y Grupo Imagen Multimedios). Es imposible resumir todo, sintetizar tanto, y, por ende, citar lo mucho bueno que ha de permanecer en la reserva por compromiso de amistad.

 

Estos días recibe el Premio Ourensanía de la Deputación de Ourense y, créanme, esa tierra de privilegio tiene muchas estrellas que lucen en el mundo. El jurado 2024 lo han conformado: Luis Menor, Presidente provincial; Marcos Vázquez, Secretario; Eva Torres, Luis González Tosar, Miguel Anxo Fernández, Maribel Outeiriño, Manuel Guede, Patricia Torres, Afonso Vázquez-Monxardín y María Sol Nóvo.

 

Entre los premiados en anteriores ediciones se encuentran figuras como el juez José Antonio Vázquez Taín; la periodista Victoria Prego; José Rodríguez Carballo, entonces arzobispo de Belcastro, en la actualidad de Mérida-Badajoz; Mariluz Barreiros Ramos, hija del empresario Eduardo Barreiros Rodríguez; José Sousa Gómez, productor; el Centro de O Carballiño en Buenos Aires y el Centro Ourensano de Montevideo; el periodista Alfonso Sobrado Palomares; María Purificación Neira González, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS); Alejandro Blanco Bravo, presidente del COE; el fotógrafo Manuel Outumuro y el empresario Adolfo Domínguez. Además, en los últimos años, se ha concedido un premio de honor, a Ildefonso Graña Cortizo, de Amiudal-Avión, conocido como el “rey de los jíbaros”.

 

Olegario nos debe una biografía más profunda. Su relevante trayectoria es uno de los testimonios más valiosos, junto a la de Amancio Ortega y algunos otros gallegos ilustres, para las futuras generaciones de gallegos. Galicia está obligada con sus descendientes, ellos son nuestra referencia más valiosa.

 

Alberto Barciela
Periodista