La Galicia de futuro que queremos
Los gallegos hemos hablado claro, de forma contundente, sin ambigüedades ni ambages. Y cada uno de los grupos políticos habrá de saber entresacar su lección. Unos habrán de saber gestionar sus éxitos y otros evaluar las razones de sus estrepitosos fracasos, pero todos han de entender que empieza una etapa en la que lo que sigue importando son Galicia y sus ciudadanos.
Me consta que el Presidente Alfonso Rueda sabe que una mayoría es una herramienta, un valioso instrumento, esencial, pero que requiere una acción estratégica y reclama un reposicionamiento en un mundo de exigencias globales, de compromisos ineludibles con la sanidad, el sostenimiento -lo verde y el agua, en lo fundamental-, la formación -básica, universitaria y, de manera singular, la FP-, la cultura, los idiomas, el arte, el entendimiento de las oportunidades: la digitalización, el diseño, el turismo, etc., y los vínculos con las cuartas y quintas generaciones de emigrantes, dispersas por el mundo, y uno de los valores más tangibles e incomprendidos de Galicia.
El modelo de gestión a seguir puede encontrarse en INDITEX, pero en todo caso el Presidente y su equipo saben que ha de forjarse en una estrecha colaboración público-privada, respetuosa con las tradiciones, atenta a las tendencias, apoyada en el saber superior, referenciada en polímatas y autorizada por cada sector y sus líderes, con un equilibrio constante entre poblaciones, entre el interior y la costa, bien representada en Madrid, en Lisboa y en Bruselas. Transparente y honrada. La nueva Galicia, en la que cabemos y somos necesarios todos, ha de ser mejor, ha de saber conservar el fabuloso legado de nuestros ancestros, y entender los aportes de las nuevas generaciones, desde el respeto a las diferencias ideológicas o a los matices, superadora de esos tres grandes males que algún día determinó la incultura casi impuesta: el orgullo, la desconfianza, la envidia. Y hemos de corregir las fraticidas batallas localistas.
Creo, con sinceridad, que es hora de que el Presidente electo prescinda de ataduras e ineficacias. Él ha ganado las elecciones como líder de un partido con un programa claro. Ha der ser generoso pero también ha de saber excluir el lastre del pasado reciente e incorporar a su proyecto a los mejores, excluir a los ineficaces, dialogar con todos e implicar a cuantos desde la sociedad civil tienen que ayudarle a conseguir, de forma solidaria y convivencial, lo que hasta ahora nos ha sido negado en favor de otros territorios. Tiene que existir una estrategia de la eficacia, una coordinación, una suma en positivo, una recuperación de estímulos y, en lo fundamental, de las personas y de los profesionales -muchos, incluidos excelente funcionarios, excluidos durante más de un decenio-. Y así, “pasiño a pasiño, con sentidiño”, ir componiendo un puzzle parecido al que en su día logró conformar Manuel Fraga.
Hoy gozamos del mejor Rueda, joven, con ganas, con proyecto y con capacidad para llevar a buen puerto la Galicia del siglo XXI. Él es ahora el patrón, el “petrucio”, y está en condiciones de navegar hacia buen puerto. La nave, cargada de renovadas ilusiones, ha pasado la revisión más exigente. Hay que seguir la travesía y cerciorarse del rumbo.
La derrota de otros les ha llevado a las piedras o a almacenar en sus bodegas grandes botellas de gaseosa prestada. Bueno sería que entendiese que ellos también deben participar del mejor futuro para Galicia.
Alberto Barciela
Periodista