Clemente González Soler, el gallego polímata que hizo un hospital en 24 horas
A Clemente González es posible encontrarlo en los actos de la colectividad gallega en Madrid, en foros como el de la Toja Vínculo Atlántico organizado por Amancio López Seijas, o en ferias empresariales, pero poco más. Quizás en algún puente festivo sea posible descubrirlo navegando en el Mediterráneo con su familia, en especial con sus hijas y nietos, una de sus mayores debilidades. Por ellos sí es capaz de justificar de manera educada la demora de una cita urgente de Moncloa. Lo normal es que esté trabajando.
Un polímata es una persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas. Un ingeniero es un ser con titulación universitaria superior que le capacita para ejercer la ingeniería en alguna de sus ramas, además, y según la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia española, es un individuo que discurre con ingenio las trazas y modos de conseguir o ejecutar algo. Si, además, su formación se corresponde con la rama aeronáutica, créanme que existen razones para dejar volar a la imaginación
Todo lo antedicho converge con esplendidez en Clemente González Soler, empresario y gallego, español y universal. Un humano racional, sensato, responsable, un hombre de acción, comprometido en lo social y, sobre todo, creador de riqueza y empleo. Su padre, a quien tuve el honor de tratar, trabajó como jurista con Manuel Fraga en la Xunta, en un momento en el que se sentaron las bases de la modernización de Galicia.
Los genes de Clemente González se corresponden con inteligencias que gobernaron y gobiernan con tino y actitudes atentas, activas y eficientes, sometidas a una cultura basada en la autoexigencia, el esfuerzo, el respeto a los valores éticos, la correcta elección de los mejores colaboradores y el saber compartir cada resultado con el equipo.
Los descritos son solo algunos de los ingredientes esenciales de un éxito empresarial mundial, oculto tras características tan poco comunes como la humildad y una escasa exposición pública.
A Clemente González es posible encontrarlo en los actos de la colectividad gallega en Madrid, en foros como el de la Toja Vínculo Atlántico organizado por Amancio López Seijas, o en ferias empresariales, pero poco más. Quizás en algún puente festivo sea posible descubrirlo navegando en el Mediterráneo con su familia, en especial con sus hijas y nietos, una de sus mayores debilidades. Por ellos sí es capaz de justificar de manera educada la demora de una cita urgente de Moncloa. Lo normal es que esté trabajando.
A Clemente González le debemos la organización en 18 días de la Cumbre del Clima COP25, celebrada en Madrid tras la renuncia de Chile, o la construcción de un super hospital de IFEMA en 29 horas, un centro asistencial público temporal instalado en los pabellones 7 y 9 del recinto ferial de la capital española, que se puso en marcha por iniciativa del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, en colaboración con el Ministerio de Sanidad y la Unidad Militar de Emergencias, con motivo de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19, y que estuvo funcionando desde el 22 de marzo de 2020 hasta el 1 de mayo del mismo año.
Detengámonos en la proeza pandémica. El espacio de los dos pabellones, que fue conocido como Arca de Noé, ocupó 35.000 metros cuadrados, con 1.300 camas, dotadas de electricidad y oxígeno, distribuidas a una distancia de seguridad de 3 metros entre cada una de ellas. Contó con 1.000 profesionales de la sanidad de atención primaria, entre médicos, enfermeros, auxiliares y efectivos del Samur-Protección Civil y del Summa 112.
Tras la gestión de Clemente González diversas empresas, como Telefónica, Ikea, El Corte Inglés, Carrefour o Plexus Tech, proveedores de IFEMA, y autónomos reclamados mediante un llamamiento público, donaron material o horas de trabajo para la instalación temporal. El altruismo y la entrega de cada implicado fue decisivo para el éxito.
No se trataba de batir ningún récord, lo que sin duda se logró, sí de atender una emergencia internacional sin precedentes y de imprevisibles consecuencias.
El empresario de origen gallego dirigió con eficacia a un equipo de 427 profesionales de IFEMA, activó la solidaridad empresarial y profesional, coordinó las demandas de las distintas administraciones y del Ejército español, a los fontaneros y a los sanitarios, y consiguió un objetivo muy especial: salvar miles de vidas, se calcula que unas 4.000. Un verdadero milagro que se explica ahora en las universidades y que ha servido de modelo para las nuevas emergencias globales.
Clemente González Soler es el fundador, propietario y presidente de ALIBÉRICO, el grupo industrial y tecnológico especializado en la fabricación de productos semitransformados del aluminio, líder privado europeo presente en los cinco continentes.
Tal y como nos demostró en las tertulias del IV Foro La Toja, Clemente González Soler sustenta sus actividades en principios y valores profundamente arraigados, entre los que destaca la defensa y promoción de una sociedad civil fuerte e independiente. Esta convicción le ha llevado a ejercer una presencia activa en diversas asociaciones empresariales. Actualmente es presidente de la parte española del Consejo Económico Marruecos-España (CEMAES); Vicepresidente de CEIM y Miembro del Comité Ejecutivo de CEOE.
Del mismo modo, Clemente González Soler vuelca su experiencia y visión en distintos proyectos colectivos. Tras dejar la presidencia del Comité Ejecutivo de IFEMA y ejercer como profesor de la escuela de negocios EDEM y de otras instituciones académicas, mantiene un fuerte compromiso con la formación universitaria y de altos directivos.
Clemente González nos recordó en la isla de O Grove, en su Gran Hotel de HOTUSA, que “el de IFEMA ha sido el hospital milagro, una referencia de la medicina del futuro”. Ojalá entendamos con su ejemplo que entre todos es posible hacer un mundo mejor. El ingeniero que sabe hacer aviones o quirófanos de última generación tiene los pies bien asentados en el suelo. Muchos le admiramos.
Alberto Barciela
Periodista