La plaga de procesionaria llega ahora en pleno invierno
Todo apunta a que el cambio climático ha sido quien ha llenado de primaveras este enero, bajando para jugar, más que la luna, múltiples y nutridos grupos de orugas que procesionan desde los bolsones de las copas de los pinos hasta el suelo, donde realizan la pupa. “Corazón partío” o no aparte, lo cierto es que este proceso que antes se localizaba entre los meses de marzo y junio, viene adelantándose sistemáticamente en los últimos años. Este 2024 ha superado todos los récords: temperaturas en algunos casos de más de 30ºC han dado el pistoletazo de salida a la aparición de la plaga de procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) en pleno mes de enero.
Ante esta alarmante situación, la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) alerta a las Administraciones locales de la importancia de contemplar entre sus actuaciones imprescindibles campañas de prevención anuales que se ejecuten en la temporada de otoño, y que contribuyan a minimizar los perjudiciales efectos de esta plaga.
Así se expresa el director general de esta Asociación, Jorge Galván, quien señala: “una vez hemos comprobado que la plaga de procesionaria se está adelantando cada vez más debido a los efectos del cambio climático, es imprescindible que seamos nosotros quienes nos adelantemos a los peligros que esto puede llegar a ocasionar. Y más teniendo en cuenta”, especifica, “el progresivo aumento de las restricciones legales a nivel europeo de los productos biocidas que se venían aplicando para la gestión de esta plaga”.
En este sentido, Galván apuesta firmemente por la prevención por cuanto que, además, afirma, “a día de hoy, si se quiere actuar sobre una plaga de procesionaria del pino ya activa, el único método químico aplicable en ámbito urbano permitido por ley que existe es la endoterapia. Un tratamiento, que ha de ser aplicado siempre por profesionales especializados que, si bien es altamente efectivo y respetuoso con el medio ambiente, tiene al mismo tiempo un coste muy elevado que, en algunos casos, puede llegar a suponer un factor limitante, sobre todo en el caso de grandes masas arbóreas”, concluye el director general de ANECPLA.
En todo caso, tal y como recuerdan desde ANECPLA, es imprescindible que los trabajos de gestión de este insecto sean llevados a cabo por profesionales. Éstos actuarán según la gestión integrada de plagas realizando en primer lugar un diagnóstico de situación, que definirá el tratamiento a aplicar en función de cada caso.
Peligrosas para las personas y potencialmente mortales para los perros
Desde ANECPLA advierten que apenas un mínimo contacto con la oruga procesionaria puede generar desde dermatitis a lesiones oculares, pasando por urticarias y reacciones alérgicas.
“Ni siquiera es necesario el contacto directo con las orugas”, especifica Galván, “tan solo con el roce de uno de sus pelos (que estos insectos lanzan como estrategia de defensa al sentirse amenazadas) es suficiente para provocar irritaciones y alergias, especialmente si éstos alcanzan los ojos”.
Estos pelos se denominan “tricomas” y se calcula que cada individuo posee alrededor de 500.000, listos para ejercer de dardos envenenados en el momento en sientan que se encuentran en peligro. “Un mínimo contacto con ellos puede generar desde dermatitis a lesiones oculares, pasando por urticarias y reacciones alérgicas debido a la liberación de histamina. En el caso de los animales de compañía, especialmente de los perros, este contacto puede llegar incluso a provocar su muerte”, alerta el director general de ANECPLA.
Y es que muchas veces es frecuente que los perros, movidos por la curiosidad, se acerquen a olisquear estas orugas a fin de identificarlas. Es entonces cuando uno de dichos tricomas se puede clavar en su hocico, ojos, etc.. Un mínimo contacto puede ocasionar al animal síntomas como inflamación, picores intensos y abundante salivación. Si llegaran a comérselas (lo cual no es extraño si previamente las han llegado a tocar con las patas y, debido a la picazón que les genera en ellas, se lamen), la ingestión del tóxico que lleva sus tricomas puede provocar la necrosis de lengua o garganta.