El Arzobispo de Santiago resalta la importancia de la familia y los jóvenes en la celebración del Apóstol

Ofrenda al Apóstol.
El Arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Francisco José Prieto, presidió esta mañana la celebración litúrgica de la Solemnidad del Apóstol Santiago, durante la cual se presentó la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago. En esta ocasión, el Delegado regio fue el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Ángel Santalices, en representación del pueblo español, quien renovó la tradicional ofrenda al Apóstol, dando continuidad a esta tradición instaurada por Felipe IV en 1643.

El Arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Francisco José Prieto, presidió esta mañana la celebración litúrgica de la Solemnidad del Apóstol Santiago, durante la cual se presentó la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago. En esta ocasión, el Delegado regio fue el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Ángel Santalices, en representación del pueblo español, quien renovó la tradicional ofrenda al Apóstol, dando continuidad a esta tradición instaurada por Felipe IV en 1643.

En su homilía, monseñor Prieto recordó que en el origen de la civilización europea se encuentra el cristianismo, sin el cual los valores occidentales de la dignidad, libertad, justicia y fraternidad resultan incomprensibles: “En nuestro mundo multicultural, tales valores seguirán teniendo pleno valor si saben mantener su nexo vital con la raíz que los engendró. Así, cabe la posibilidad de edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas, en las que encuentran igualmente su lugar el cercano y el lejano, el creyente y el no creyente”.

El prelado compostelano indicó que es necesario encontrar la esperanza en varias realidades. Así, aseguró que se encontrará la esperanza cada vez que se ponga al ser humano en el centro y en el corazón de las instituciones: “Procuremos unidad de las diferencias y unidad en las diferencias”. Y añadió: “Encontraremos de nuevo la esperanza en la solidaridad, que comporta la conciencia de formar parte de un solo cuerpo, y al mismo tiempo implica la capacidad que cada uno de los miembros tiene para ‘simpatizar’ con el otro y con el todo”.

Miguel Santalices saluda al arzobispo. 

Animó también a encontrar de nuevo la esperanza en la solidaridad, no sólo como buen propósito, sino también como algo compuesto de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo: “Tenemos un patrimonio moral y espiritual que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad, y que es el mejor antídoto contra la falta de valores de nuestro tiempo, terreno fértil para toda forma de extremismo”.

Mons. Prieto afirmó que se encontrará la esperanza cuando se invierta en un desarrollo que abarque a todo el ser humano: “La dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, la posibilidad de acceder a la enseñanza y a los necesarios cuidados médicos (...), puesto que no existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno”.

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En la misma línea, el arzobispo añadió que se encontrará esperanza cuando se abra el futuro a los jóvenes, cuando se cuide a la familia, que es la primera y fundamental célula de la sociedad: “Cuando se respeta la conciencia y los ideales de los ciudadanos. Cuando se defienden toda vida y todas las vidas, con toda su sacralidad: tanto la del que inicia o acaba su vida, como la del que quiere renacer a una vida digna y justa”.

Destacó el Camino de Santiago como parte fundamental del alfabeto ético del hombre: “Nos interroga sobre los valores esenciales para la convivencia, para el entendimiento, para la discusión constructiva compartida, la educación y el respeto a quien piensa diferente, la libertad, los valores comunes de la gente común y sencilla han de ser una senda ética dispuestos a recorrerla. Como lo es la justicia social, un imperativo ético universal que está en el ADN del cristianismo: no se puede ser cristiano sin aceptar este postulado. Nos jugamos el futuro de la humanidad en una civilización decente”.

Mons. Prieto pidió también comprometerse en la actualidad con la mejor política, ”esa que está verdaderamente al servicio del pueblo, del bien común, de la fraternidad”.

Acogió la Ofrenda de Miguel Santalices encomendando “a la intercesión del Apóstol Santiago a todos los pueblos de España, especialmente a las gentes y pueblos de nuestra querida Galicia, a nuestras familias, que sigan siendo cuna de la vida y de la fe, donde todos, especialmente nuestros niños y ancianos, sean cuidados, queridos y acompañados. Recordemos, como una llamada a nuestra conciencia y responsabilidad, a las víctimas de toda violencia e injusticia, de todas – demasiadas – guerras”.

No faltó en su homilía un recuerdo a los fallecidos en el hundimiento del pesquero Argos Georgia en aguas de las Malvinas: “Encomendamos a los fallecidos y desaparecidos, y acompañamos a sus familias, a todas las gentes del mar, desde el consuelo que brota del corazón del Padre misericordioso”.

El arzobispo terminó su homilía con estas palabras: “Por intercesión del Santo Apóstol Santiago, pido al Señor que bendiga a su Majestad el Rey Felipe VI en el décimo aniversario de su proclamación, y a toda la Familia Real; también a vuestra Excelencia, Sr. Oferente, a su familia y a sus colaboradores. Que, de nuevo desde Santiago, renazca la esperanza que nunca decae y que siempre nos sostiene”.

Concelebraron con monseñor Prieto, el cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela; mons. José Rodríguez Carballo, arzobispo de Mérida-Badajoz; mons. Julián Barrio, arzobispo emérito de Santiago de Compostela; el arzobispo emérito de Tánger, mons. Santiago Agrelo Martínez; el obispo de Lugo, monseñor Alfonso Carrasco; el titular de la Diócesis de Ourense, monseñor José Leonardo Lemos Montanet; el obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, mons. Fernando García Cadiñanos; el obispo de Tui-Vigo, monseñor Antonio Valín Valdés; el de Astorga, mons. Jesús Fernández; el obispo emérito de Tui-Vigo, monseñor Luis Quinteiro Fiuza; y el actual administrador diocesano de Hawassa, Juan González Núñez.