María Teresa Miras Portugal
(Carballiño, Ourense, 19 de febrero de 1948 - Madrid, 27 de mayo de 2021)
María Teresa Miras Portugal gozó de la discreción elegida para una vida colmada de esfuerzo, estudio, méritos y reconocimientos internacionales. Era una polímata, una persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas.
Científica, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) -antes lo había sido en las de Oviedo y Murcia-, fue la primera mujer elegida para presidir una Real Academia en España la de Farmacia entre 2007 y 2013, de la que era Presidenta de Honor. Investigadora con 40 años de trayectoria, se inició en la misma tras obtener su licenciatura en Farmacia en la Universidad Complutense de Madrid con Premio Extraordinario y ser Premio Nacional de la Licenciatura en 1971. Además desde 1975 fue “Docteur Sciences” por la Universidad de Estrasburgo. Obtuvo el Doctorado en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid.
Su biografía significa que “se especializó en el estudio de los receptores de nucleótidos y su repercusión en enfermedades neurodegenerativas, y su investigación se dirigió fundamentalmente a las neurociencias (funcionamiento sináptico, neurotransmisión mediada por nucleótidos, interacción de neurotransmisores, etc.)”. Publicó cientos de artículos de investigación en las más relevantes revistas especializadas. En 2012 fue nombrada presidenta del Comité de Expertos para el estudio de la necesidad de reformas en la universidad española. Recibió múltiples premios, entre ellos en 2016, en Galicia, la Medalla Castelao.
Gustaba repetir en sus declaraciones que “el ser humano se educa en los patrones de sus progenitores”. Ella lo fue en el seno de una relevante familia de Carballiño, Ourense, en la que sus padres les enseñaron a vislumbrar el mundo y a pensarlo tamizado a través del conocimiento de los clásicos y con ambición universal, sin olvidar las raíces. “... Con mi padre comencé a leer los libros de la Primera Exposición Universal de París. Todavía los conservo, con alguna mancha de fruta, pues siempre leíamos comiendo una manzana.”, declaró en su día al inolvidable Enrique Beotas.
Vivió libre, trabajó por sí misma, cuidó a sus seres queridos, comprendió y respetó. Cuando uno repasa el legado de sus aportaciones, puede no alcanzar a comprender su inmenso saber científico pero sí intuye el mérito humano superlativo de quien pervivirá en la mente de cuantos la admiramos y conocimos, de aquellos que la conocimos por su hermano Aurelio, y sabemos que fue una persona buena y generosa, que entendía a los otros como pocos lo hicieron. “La ciencia me ha sorprendido siempre, porque lo que importa en ella es la verdad, no el camino”, expuso.
“La evolución no se para nunca”, eso dijo. Así ha de ser.
Gracias por tanto
Descanse en paz.
Alberto Barciela
Periodista