En la senda de la verdad

El periodista ha de ser un curioso inconformista, a veces sutil, incluso impertinente. El comunicador ha de propender a escudriñar detrás de lo aparente, de la realidad impuesta, de la verdad construida, en la seguridad de que lo que con certeza ha de contar en su medio informativo es lo que se esconde tras un meandro, un dato confuso, una fuente cuestionable o la falta de dudas. Toda verdad ha de ser cuestionable hasta su confirmación.

            Yo admiro a Ortega en que aquello de que uno es él y sus circunstancias. Con esto niego creer que en alguna ocasión haya existido una edad de certidumbres estáticas. Menos ahora, cuando vivimos inundados de enredantes e instantáneas noticias aparentes, surgidas de permisividades libertarias móviles, en una extravagante propensión a admitir como correcto lo que la masa acepta per se, en la artificiosa libertad que supone consentir que cualquiera pueda expresar lo que quiera, en el momento en que lo estime y sin someterse a las mínimas reglas de convivencia reguladas por las leyes democráticas. El  botellón desinformativo fluye con la alegría de la agitada botella del cava, propende al derrame y a la espuma, y resulta un experimento permanente (24x24 horas), grotesco, libertino, inmaduro y, en ocasiones, con consecuencias graves.

            La prensa en papel o la digital se envasan con mimo, en contendores sobrios, como ocurre en la radio o en la televisión. En sus cabeceras, en cada marca, se acredita la denominación de origen y la responsabilidad empresarial; en el editorial se delimitan posicionamientos transparentes, que con matices o sin ellos, se asientan en informativos, sobre columnas y noticias firmadas, avaladas por una agencia, un individuo o una redacción, varios adjuntos y al menos un director. Existen, claro está, matices de color, de aroma y de sabor, y se estiman.

            El periodista competente valora la antesala de una noticia. Indaga, pregunta, contrasta, aclara, entrevista, lee, consulta, cuestiona de nuevo, duda, debate y, si preciso es, recomienza el ciclo, hasta someter sus conclusiones. Confía en saber explicar con rigor el hecho o la eventualidad que le atañe en un determinado momento. Ambiciona contar el mundo y los aportes de sus protagonistas, pretende ayudar a comprenderlos, a contextualizarlos y, si es posible, incluso a  embellecerlos en un relato ordenado, informativo, descriptivo, evaluador, incluso breve. Critica y ensalza. No crea una verdad y menos una mentira, transfiere evidencias, narra hechos y los sitúa, trata de evita errores de apreciación subjetiva, aporta testimonios y actúa como garante. Si opina, distingue la coyuntura. Si se equivoca, tiene el compromiso moral de rectificar. Vive de su credibilidad y la defiende.

            Informar, formar, entretener presupone acudir, observar, atender, escuchar, contrastar y divulgar. En el comunicador hay vocación, oficio, formación, investigación, respeto, claridad, transparencia, predisposición al desmentido y, por supuesto, compromiso. Todas ellas son autoexigencias que reflejan la asunción de una deontología rigurosa. Este es un certificado de garantía.

            En general, en la utilización de las redes por la masa surge la improvisación, la manifestación del desconocimiento, el seguidismo. El resultado es la desinformación y la oportunidad para los negocios de poderes antidemocráticos, economías fraudulentas y, también, para idiotas armados de tecnología. Las noticias falsas son solo un parte de una verdades que se construyen a la medida de sus necesidades por poderes oscuros, mafias, dictaduras, siempre por aquellos al servicio de intereses nefandos. No hablo del uso del whassapp familiar o de un twitter oportuno o de un mensaje inocente en facebook o de una foto en instagram simpática, me refiero a intervenciones en elecciones, publicidades engañosas, estafas, ventas fraudulentas, ataques masivos, vaciados de cuentas bancarias, manejo de datos privados, etc.

            En el nuevo escenario tecnológico existen posibilidades que desde la buena información se han reclamado con reiteración: inmediatez; interactuación con el receptor; rectificación inmediata; etc. Esto permite perspectivas, apertura de miras, nuevos indicios. El único tamiz ha de ser el ético, el que certifican los medios y sus profesionales en favor de la sociedad en general y del compromiso también con la divulgación de la opinión de sus lectores, oyentes y televidentes, y el deber con la comunicación privada o pública entre particulares identificados. La discrepancia y la elección son libres, nunca la mentira intencional.

            El periodismo y sus medios son más necesarios que nunca. Exigir más calidad democrática, defender la igualdad, el estado de bienestar y el avance hacia un mundo sostenible y seguro, informar con  fiabilidad, es el deber inexcusable de una profesión imprescindible para todos. También es urgente encontrar cauces económicos para asegurar la viabilidad e independencia de los medios. Sobre estas y otras cuestiones hablaremos en el V Congreso Editores de Medios Europa – América Latina, que en la primera quincena de noviembre celebraremos en Madrid, lo haremos con libertad y respetuoso diálogo para buscar nuestra verdad, esa misma que queremos ofrecerles a ustedes cada día.

Alberto Barciela

Periodista

Director del V Congreso Editores de Medios Europa – América Latina