Din Matamoro en un marco de luz

            El Museo MARCO de Vigo se instaura como parte brillante de una ciudad afecta a la luz. Enciende motores en una fase llamada a asombrar entre vanguardias -ese es su fin- y lo hace focalizando un nuevo ciclo de la obra de Din Matamoro, que sin paliativos ofrece la respuesta de un currículum sereno pero no sosegado, traslúcido pero misterioso -quizás con un alcance místico-, perceptible pero exigente, de trayectoria larga pero actual.

            En la propuesta expositiva titulada La Mirada Encencida recomienzan a bullir el trabajo y la experiencia de Miguel Fernández Cid. La exposición, que bien podría firmar el Museo Reina Sofía, está a la altura de la exigencia contrastada por su trayectoria y prestigio del mismo director del centro y comisario de la muestra, en comandita con Pilar Souto. La ciudad olívica, punta de lanza en tantos momentos de la cultura gallega y española, recupera su liderazgo, propone tendencias, despierta eufórica para el encuentro colectivo del letargo pandémico.

            La exposición reclama tiempo de observación para cada obra y retornos múltiples. Din Matamoro ha llegado a una síntesis meramente aparente, a una simplificación de lo complejo, al trampantojo total. De cada cuadro ha de extraerse su esencia, los ecos contenidos, el misterio de colores que emergen en un proceso único con la mente de cada observador. Nada es igual en momentos sucesivos. Cada quien estará siempre ante una misma obra y esta será distinta en cada momento. La percepción se acomoda a una exigencia de trasformación permanente, de cambio, de sorpresa. Todo responde a un hallazgo técnico y al esfuerzo consciente del artista, a un denuedo intencional en el que el autor busca que sus cuadros sean necesariamente completados por cada espectador y siempre de forma desemejante. Estamos ante la exposición infinita, cada uno ha de experimentar sus propias percepciones variables.

            Paul Cézanne dejó escrito que “el color es el lugar donde nuestro cerebro y el universo se encuentran”, el autor vigués lo demuestra en obras de gran formato.

            Como complemento, resultan espectaculares la sala de dibujos y los libros pintados. Un maravilloso hallazgo, un homenaje de Din Matamoro a la cultura, a las letras y a la pintura, una expresión excelsa del arte objetual, donde lo ingenuo es mera impresión superflua.

            Esta exposición, que podrá disfrutarse hasta el 7 de noviembre en Vigo, surge en el momento preciso, en el que emerge la necesidad de participar de propuestas sociales. Por eso hay que destacar el hecho de encontrar en el evento del MARCO a personajes como José María Barreiro, vínculo esencial con la vanguardia histórica, que volverá a exponer en el Museo Manuel Torrers de Marín, 60 años después de su primera muesta individual; Silverio Rivas, que ultima una exposición de sus esculturas con pinturas de Antoni Amat en el Espacio Beny, un coqueto reposo cultural en pleno centro; con Román Pereiro, un connaisseur, un especialista del buen gusto; Victoria Rodríguez, viuda del pintor gallego José Lodeiro - a quien Vigo y Galicia deben una gran exposición y un justo reconocimiento-; Javier Pérez Buján, director artístico de la Fundación Laxeiro; Ángel Matamoro -con el que se debe hablar sobre la obra musical de su hijo Miguel Matamoro, merecedora de todo el reconocimiento-;  y con tantos otros amigos que forman parte del mundo del arte y de la sociedad viguesa y gallega.

La vida es bella con la luz natural de Din Matamoro.

Alberto Barciela

Periodista