En el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

La puerta roja se incorpora a la exposición de Isabel Quintanilla en su último mes

de La puerta roja (1978), un óleo de referencia en la carrera de la artista.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza instala una nueva obra en la exposición El realismo íntimo de Isabel Quintanilla. Se trata de La puerta roja (1978), un óleo de referencia en la carrera de la artista que, tras unas largas negociaciones, podrá verse en las salas hasta la clausura de la muestra, el día 2 de junio.

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza instala una nueva obra en la exposición El realismo íntimo de Isabel Quintanilla. Se trata de La puerta roja (1978), un óleo de referencia en la carrera de la artista que, tras unas largas negociaciones, podrá verse en las salas hasta la clausura de la muestra, el día 2 de junio.
 

Ya en 2015, la propia Quintanilla solicitó a su propietario el préstamo del cuadro para formar parte de otra exposición, Realistas de Madrid, con la que el museo homenajeó a todos los artistas del grupo. En esa carta la artista se refería a La puerta roja como “una obra principal en mi producción”.
 

La petición fue denegada entonces y se retomó en 2021, cuando comenzó a gestarse la actual retrospectiva de la artista. Sin embargo, hasta ahora no se han resuelto las gestiones que finalmente han autorizado su traslado desde Alemania, lo que permite que el óleo pueda verse de nuevo en España, después de 28 años.
 

La puerta roja (1978)
 

La obra muestra la puerta principal del estudio que el matrimonio López-Quintanilla tenía en la calle Primera de Madrid. Por primera vez, Quintanilla pinta aquella puerta abierta de par en par. En el lienzo conviven con maestría la luz natural del exterior y la luz artificial que ilumina el interior del hall y que tanto interesaba a la artista. A diferencia de los pintores holandeses que, en sus escenas de interiores, inauguraron la tradición de pintar una figura de espaldas (normalmente una mujer) en el centro de la composición, Quintanilla insiste en evitar la figura humana y deja al espectador que ocupe el mismo lugar desde el que ella disfruta de la vista de su jardín. Esa ausencia tan buscada por la artista no oculta que ese sea un espacio vivido: alguien ha encendido la luz, atendido la llamada de teléfono y accedido por aquella puerta, que siempre estuvo abierta para amigos, familiares y colegas.