Un manto floral tejido con devoción al Santísimo Cristo de la Victoria

En la céntrica Porta do Sol, un equipo de 28 maestros alfombristas de Ponteareas, con las manos ágiles y los corazones llenos de devoción, comenzó a tejer un milagro floral.
Utilizando una paleta cromática rica y variada, los alfombristas crearon una obra maestra efímera. Pétalos de hortensia en tonos azules claros y oscuros, hojas de eucalipto y tuya, semillas y flores secas trituradas se entrelazaron con dos tipos de perfil: carulos y coca, creando un mosaico vegetal de una belleza singular.

La madrugada viguesa se vistió de colores y aromas. En la céntrica Porta do Sol, un equipo de 28 maestros alfombristas de Ponteareas, con las manos ágiles y los corazones llenos de devoción, comenzó a tejer un milagro floral. Sobre el adoquinado, un lienzo de 80 metros cuadrados se convirtió en un lienzo donde la fe se expresaba a través del arte.

 

Utilizando una paleta cromática rica y variada, los alfombristas crearon una obra maestra efímera. Pétalos de hortensia en tonos azules claros y oscuros, hojas de eucalipto y tuya, semillas y flores secas trituradas se entrelazaron con dos tipos de perfil: carulos y coca, creando un mosaico vegetal de una belleza singular.

El motivo central de esta alfombra, diseñada con maestría y precisión, era el Cristo crucificado, una imagen poderosa y conmovedora que evocaba el sacrificio y la esperanza. Pero los alfombristas ponteareanos fueron más allá y plasmaron una visión única y emotiva: el Cristo, sobre la vía de Vigo, con las Islas Cíes al fondo, envuelto en la cálida luz de una puesta de sol.

 

Esta representación, cargada de simbolismo, no era casual. Los alfombristas, conocedores de la profunda devoción viguesa, quisieron rendir homenaje al Cristo de la Victoria, también conocido como el Cristo de la Sal, en alusión a la tradición marinera de la ciudad. La imagen del Cristo sobre el mar, con las islas como testigos silenciosos, simboliza la protección divina sobre los navegantes y la esperanza de un nuevo amanecer.

Con cada pincelada floral, los alfombristas construyeron un puente entre el cielo y la tierra, entre la fe y el arte. La alfombra, una obra maestra efímera, se convirtió en un altar vivo donde los vigueses y visitantes pudieron contemplar la belleza de la tradición y la profundidad de su espiritualidad.

La alcaldesa ponteareana, Nava Castro, con un grupo de alfombristas. 

Cuando la procesión del Cristo de la Victoria se adentró en la Porta do Sol, los ojos de todos se posaron en la alfombra floral. Fue un instante de silencio y recogimiento, un momento en el que la fe se hizo tangible y la belleza conmovió los corazones.

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, con Miguel Ángel García Correa, presidente de la Asoc. de Alfombristas Corpus Christi de Ponteareas.

La alfombra floral, más que una simple decoración, fue una ofrenda, un testimonio de amor y devoción hacia el Cristo de la Victoria. Una obra de arte que, aunque efímera, perdurará en la memoria de todos aquellos que tuvieron la fortuna de contemplarla. La variedad de materiales utilizados, desde los delicados pétalos de hortensia hasta la textura rugosa de las semillas, contribuyeron a crear una obra rica en matices y detalles, un verdadero homenaje a la tradición alfombrista de Ponteareas.

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