jueves. 25.04.2024

No sé si es posible repensar el tiempo que no queda. Cernido por la vida esta se antoja perdurable en la memoria exacta de las cosas, de la surgencias espontáneas o adquiridas, en la elegancia del decir o en la forzada adscripción de la cultura asumida, elucida al paso de las lecturas. Y es que tú, Caballero mayúsculo de apellido, Bonald, eras la bondad de la palabra culta, clara, blanca, entendible, comprensible, sencilla, asumible. Siempre lo serás.

            Y, ahora, que me dicen que ya no estás, no me lo creo. Perdurarás en tus anotaciones, como similar o asemejado a un Cervantes pletórico de claridad diluida en la virtud de saberse trascendente.

            Intuyo tú pregunta: “¿Quién duda que leer es reconocernos en los otros, desentrañar lo que somos, recuperar lo que hemos vivido, incluso lo que no hemos vivido, resarciéndonos de nuestras propias carencias?”. Y me respondo que ahí estás, ahí perdurarás, lúcido, inteligente, culto, leído, reflexionado, siendo esa imperfección física de durabilidad eterna. Contradictorio al fin y humano.

            La hoguera de los cobardes te hará ceniza, pero cada letra de tus reflexiones nos servirá a los valientes para pervivir en tu teórica ausencia. Mi libertad, como el hecho de elegir una lectura, te hará eterno, compartible. Eres una indemnización supletoria de lo ininteligible. Has leído por los demás, pensado y expuesto tus conclusiones. Ideas indefinibles de hallazgos subjetivos pero claros. Te has posicionado y has sido quien querías ser. Has sido.

            Hoy la poesía nos consuela. Es una soledad inconfomista. Como nos has legado:  “Leer un libro, escuchar una sinfonía, contemplar un cuadro, son vehículos simples y fecundos para la salvaguardia de todo lo que impide nuestro acceso a la libertad y la felicidad”. Y como tú dijiste “El otro día, mirando la foto de Collioure, me di cuenta de que yo era el único que quedaba vivo”. Nos retratamos contigo: Todos viviremos un tiempo preciso para recordarte. Ni un minuto más.

           “La poesía es una forma de defensa contra las cosas que rechazo, que desdeño. Y hoy el mundo está lleno de desvergüenza, de mentiras, de patrañas, de atropellos. Eso me ofende mucho, y es un acicate para escribir otra vez”.

Somos lo que tú nos has enseñado, y ahora sin ti todo será más difícil sobrevivir el tiempo que nos queda. Besos infinitos y gracias.

En orden a tu legado, escribo.

Alberto Barciela

Periodista

Caballero Bonald, el tiempo que no queda