viernes. 29.03.2024

La pandemia está siendo común pero las consecuencias han sido diversas. El sector turístico es de los que más han padecido, con consecuencias transversales para toda la economía. El próximo 19 de mayo se inicia en Madrid la Feria de Turismo más trascendente, FITUR, en una versión trasladada en el tiempo - debería haberse celebrado en enero- y matizada en asistencias profesionales. El COVID obliga a restricciones impropias de un evento esencial para la economía de países como Portugal y España y obligado a encender de nuevo motores, a coger impulso y a despegar casi desde cero.

            En torno a FITUR se celebran foros y encuentros promovidos o participados por organizaciones, asociaciones, empresas, administraciones públicas, universidades, imprescindibles para conocer el pulso de la actualidad viajera, y en esta edición todos y cada uno de ellos han de servir de manera esencial a dibujar un nuevo escenario para la industria del viaje.

            Con criterio, desde el sector se exige la aceleración del ritmo de vacunación -imprescindible para salvar lo que se pueda del verano-, seguridad sanitaria avalada por el famoso Pasaporte europeo; apertura de fronteras; estabilización de normativas y protocolos; más bonos turísticos -su eficacia es evidente-; mayores ayudas económicas directas y un reparto urgente, justo y transparente del dinero europeo -si todo va bien llegarán a partir de julio-; financiación suficiente y respaldada; contención o bajada de impuestos; campañas de comunicación y publicidad; etc.

            Hay que estar al día con las exigencias de los tiempos y unificar esfuerzos para responder en tiempo real a la globalización, a los nuevos sistemas de comercialización, a las tendencias de mercado, la seguridad, la normativa, ofrecer nuevos servicios, vender, etc. Vivimos, no lo olvidemos en la era de los datos, hemos de saber en dónde está el cliente, quién es, qué quiere y atenderlo cobrando el mejor precio. Y, por si es caso, establecer un plan de crisis.

            En España, posiblemente también en Portugal, sería aconsejable afrontar un Plan Estratégico Estatal - quizás Ibérico-para el Turismo, hacer una relectura coherente de las posibilidades y reenfoques de una industria que ha llegado a generar un elevadísimo porcentaje de los PIB nacionales. Han de plantearse al menos cuatro ejes de actuación prioritarios. Transición verde y sostenible, eficiencia energética, transición digital y competitividad.

            Se necesita  la coordinación seria de todas las acciones públicas, estabilidad en los funcionarios responsables de la materia y posiblemente la creación de lobby privados que aglutinen los esfuerzos de tantas dispersas asociaciones.

            El sector privado ha aprendido una lección muy dolorosa. En el camino se evalúan pérdidas de miles de millones de euros, el cierre de miles de empresas y establecimientos, ruinas personales inimaginables, pérdidas de  cientos de miles de puestos de trabajo, etc.. Será difícil recuperar mercados, conectividades aéreas, etc.

            España y Portugal como países tienen que implicarse de forma determinante en la industria del viaje y Europa como Unión tiene que establecer una política turística común, sin permitir que en los mercados externos cada uno actúe por cuenta, como ha pretendido Grecia.

            Todo ha de recomenzar en FITUR, todo ha de resurgir de la confianza en los profesionales, en los empresarios, en los trabajadores del sector privado, ha de emerger de la sensibilidad de las administraciones públicas, de conformar una estrategia común seria y rigurosa, exigente, a la altura de las dificultades y con sentido de la oportunidad.

            Es evidente que hay que avanzar en economía circular y sostenibilidad, modernizar  destinos maduros, promover las zonas de Portugal y España vaciadas, mejorar los trenes, asegurar las conectividades aérea y marítima, fundamentalmente con las Islas, incidir sobre la importancia del mercado interno, conservar el patrimonio nacional, promocionarse conjuntamente en el exterior, desestacionalizar, llegar a los públicos jóvenes, aumentar el gasto medio de los visitantes, etc.

            Habrá que prevenir el cainismo político, el desprecio del otro, el creer que las cosas se arreglan solas o el quítate tú para ponerme yo. Evitar que el sector se vea solo como una fuente de recursos vía impuestos.

            España y Portugal tienen ejemplos magistrales de cómo triunfar en el mundo, cuentan por ejemplo con una red de museos exclusivos; fiestas de renombre global; miles de kilómetros de sol y playa, islas, naturaleza; cadenas hoteleras y cocineros de excelencia mundial, una industria agroalimentaria y vitivinícola de calidad excelsa...; y todo ello complementado con un sistema sanitario y unas fuerzas de seguridad ejemplares en su conjunto.

            Eso es España y Portugal, así es lo ibérico, somos nosotros, tenemos que creérnoslo y unirnos en lo esencial.

            La industria de la felicidad volverá y con ella resurgirá el comercio, el mundo de la cultura, el transporte, en pocas palabras, el consumo y la economía. Ese será el indicativo de que habremos superado algo más que una crisis.

Este artículo forma parte del Proyecto Manifiesto Ibérico. Destino Europa

Alberto Barciela

Periodista

Miembro de la Mesa del Turismo de España           

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