viernes. 19.04.2024

No paran. Los “animalistas”, una especie que, como todo, va desde la justa ideología de mejora en el trato a los animales hasta la radicalidad más absurda (evito los manifiestos más enloquecidos), han caído en lo de siempre: bascular sin control hasta el extremo.

Nada les importa que, gracias a las nuevas praxis respetuosas y a una tecnología cada vez más “transparente”, el tratamiento de los animales destinados a la alimentación esté avanzando en los diferentes aspectos sanitarios y éticos.

Nada les importa que haya muchos productores (desafortunadamente, no todos, es cierto) que sí actúen “conforme a ley”, e incluso anden más allá.

Para esa fauna de “torquemadas” contemporáneos la única opción es prohibir, sin reflexión y sin distingos. Es la consecuencia (i)lógica de la ignorancia sincera aplicada a la corrección política, uno de los grandes males de nuestro tiempo, tanto en positivo como en negativo.

Una de las últimas campañas de estos espurios mesías va dirigida a acabar con el foie gras. Una vez más, sin tener en cuenta que esta elaboración, con una historia que se remonta al antiguo Egipto, ha ido adaptando (mayoritariamente) sus técnicas para evitar al máximo el sufrimiento del pato o la oca.

Resulta cuanto menos paradójico que los animalistas se preocupen tanto del bienestar de los animales que nos alimentan de una u otra forma y no, como decía hace poco el conocido chef norteamericano David Chang, de la salud alimentaria de los seres humanos:

“¿Podemos decir que alimentar a la gente con jarabe de maíz alto en fructosa, colorantes alimentarios, exceso de sal, pesticidas y otros aditivos causa ‘menos sufrimiento’ que la producción de foie gras?”

Los animalistas que quieren prohibir el foie gras (a mí siempre me han parecido inquietantes aquellos que valoran a los animales por encima de las personas) entran dentro de lo que Chang califica como “idiocracia”, y los que los secundan desde las instituciones son las víctimas apocadas de una estúpida corrección política que nos atenaza intelectualmente por un lado, y nos “regala” letales pseudolibertades populistas por el otro.

Marcus Henley, gerente de una conocida granja (respetuosa) de foie gras del estado de Nueva York, que ha prohibido este producto a partir de 2022, va todavía más lejos: “Esta ley nos recuerda el enfoque autoritario y fascista de las leyes de bienestar animal: Hitler también prohibió el foie gras en 1933”.
En fin... Yo, mientras, seguiré disfrutando del foie gras.


Xavier Agulló
Periodista y escritor gastronómico
Consultor de comunicación y gastronomía

El foie gras ante la ‘idiocracia’ de la temible ‘correccion política’